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 Hoy quisiera hablar sobre la virtualidad. Esta posibilidad/intento de estar, romper la distancia o algo parecido. No dejo de preguntarme sobre el otro, que aparentemente está del otro lado, conectado conmigo, pero que a su vez no está. A veces somos solo un cuadro negro con un nombre interpuesto, o una voz, o una imagen borrosa, o una fotografía de rostro con sonrisa fingida, o un cuerpo cansado de estar sentado ocho horas frente al monitor. No siento nada. Quizá tristeza o abandono. Por supuesto que la virtualidad nos ha permitido continuar el trabajo, el estudio, la vida, con casi todo, incluso con el amor. Es como una ventana donde se asoma la esperanza, débilmente en algunos casos. 

Me sigue retumbando esta nueva forma de vernos. que sucede alrededor del otro y de nosotros mismos, ese espacio que nunca antes había sido compartido. En fin, la virtualidad, una puerta siempre abierta, siempre cerrada.