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Después del terremoto del 2016 quedan aún muchas dudas sobre el monto y el destino de los valores recibidos por la ayuda nacional y la solidaridad internacional.
El monto recibido sin control de ninguna clase es un misterio, el conocido refrán “en mar revuelto, ganancia de pescadores” se puso en evidencia después de la tragedia.
El Gobierno creó la Ley de Solidaridad, donde se propuso la donación de un mes de sueldo, reducción del salario, el alza del IVA y otras medidas, que eran para “ayudar a los damnificados”, cuyo número también es un misterio, la ayuda ofrecida por el Miduvi, también resultó ser una engañifa.
A más del robo perpetrado por quienes manejaron la emergencia, se sumó un latrocinio que entristece el alma; los ladrones hicieron su agosto, se llevaron hasta el zinc de los techos, las puertas, los sanitarios, muebles de las casas, edificios y hasta de hospitales. Pocos son los caballeros que visten elegantes desde que se habla de “ladrones de cuello blanco y corbata”. 
Dineros que eran para socorrer a los afectados fueron utilizados en hacer obras suntuarias que no tenían nada que ver con la tragedia.
Me permito afirmar que es mayor la tragedia moral que los daños causados por el terremoto. Algunos individuos encargados de la reconstrucción fugaron al exterior con el botín y aún permanecen disfrutando en la impunidad.
¿Por qué la Contraloría no hace nada en estos casos de corrupción? 
La Fiscalía tampoco actúa para la captura de estos miserables con el mismo entusiasmo que persigue a ciertos políticos contrarios al régimen…
Los saqueadores y corruptos, bien sea de izquierda o de derecha, son simplemente delincuentes comunes que, aunque parezca digno de Ripley, ahora persisten en ser candidatos para asambleístas, seguramente amparados por el paraguas cómplice que les brinda el Código de la
Democracia y el CNE. ¡Qué desvergüenza! Estas gentes carecen de moral, son voraces e insaciables. Para colmo de la ironía y de la burla, un ratero que quiso huir por Perú con el botín, pretendió candidatizarse, para por la rendija de la “legalidad” volverse inmune y recuperar la libertad.
Es algo vomitivo, que entristece el alma ecuatoriana. ¡Qué fondo hemos tocado!
Son los enloquecidos por el dinero, como sentenció el doctor Arosemena en 1961. Es que en todo tiempo han existido sinvergüenzas y pícaros, aquí y casi en todo el mundo.
Ante este dantesco panorama, hay que formar nuevos líderes que no abominen la actividad política, sino que la dignifiquen como una actividad de servicio a la Patria.
¡Ay, Ecuador! Ay, mi Ecuador! ¡Por donde quiera que vaya solo hay llanto y corrupción!