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Me refiero a ese color que se lleva en la sangre y que infunde valor, sacrificio, patriotismo. A ese rojo que es una manifestación de entrega íntegra al bien común y seguridad de propiedades y vidas.

A ese estandarte de flameado permanente en la historia de los ecuatorianos, escrita por  miles de voluntarios cuyo sacrificio no en pocos casos los  ha llevado a la muerte. A esa casaca roja que exhiben con orgullo y voluntad plena, como insignia roja del valor, los bomberos ecuatorianos, manabitas y portovejenses.
Aunque la modernidad y el desarrollo científico han evolucionado permitiendo mejoras en la operatividad, incluyendo vestimenta especial para estos servidores en el cumplimiento de su misión, el uniforme rojo continúa siendo el símbolo representativo de la legión de luchadores contra incendios.
Tengo herencia de bombero. Mi abuelo, Rafael Cevallos Ponce, fue primer jefe del Cuerpo de Bomberos de Portoviejo; mi padre, Clodoveo Cevallos Macías, fue comandante de una compañía. Y, cuando la oportunidad se presentó, tuve el honor de ser el comandante de la única compañía de bomberos en el país integrada por estudiantes universitarios y secundarios en la capital manabita.
Con el tiempo, el destino profesional de sus integrantes empezó a marcarles nuevos derroteros. Y su fin se dio a raíz de ser motivadores de una renuncia masiva de todos los comandantes, como protesta por el abandono del Gobierno luego de que se derrumbara parte del viejo edificio central.
Llegaron recursos para el nuevo edificio, tocándole a Lauro Fernández llevar adelante la edificación como nuevo primer jefe, pues al otro lo cesaron. La vida institucional siguió, pero la compañía estudiantil desapareció.
Los cuerpos de bomberos de Manabí han estado en permanente abandono. La última donación de motobombas que recuerdo fue realizada cuando Guillermo Celi Dávila desempeñó el Ministerio de Bienestar Social (1998-2000, presidencia de Jamil Mahuad).
Por el pírrico aporte oficial, los bomberos siempre han apelado a la autogestión y al aporte voluntario ciudadano.
Últimamente ha variado la administración bajo dependencia municipal, pero  continúa la subatención. Portoviejo y Manta destacan en preparación y equipamiento. En los demás cantones la situación es lastimera, mucho más a raíz del terremoto.
Sin embargo, a pesar de todo, fácil es comprobar que la voluntad no ha sido debilitada: sigue incólume en el rojo del valor y el sacrificio que viste a sus cuerpos y a sus corazones.
¡Salud, bomberos de mi provincia!
 
Childerico
Cevallos Caicedo