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 Una mujer llegó al periódico en busca de venganza. Acusó a su pareja de haber violado a la hija de ambos hace 20 años. Le pedí la denuncia que presentó en la Fiscalía y no la tenía. Le hice entonces la pregunta del millón: “¿Por qué esperó tanto tiempo para recién denunciar al violador?”. “Es que cuando mi hija era adolescente no le creí. Recién me di cuenta del miserable que tuve como pareja, pero ahora es mi hija la que no quiere denunciarlo. Ella dice que nunca pasó nada, que todo es cosa de mi imaginación. Eso es mentira, mi hija sí me dijo, cuando tenía unos 15 años, que su papá la violó”. Le explico que no podemos publicar esa información porque no hay una denuncia formal y además de aquello, así exista, hasta que no haya sentencia en casos de abuso sexual se prohíbe la publicación de los nombres y fotografía del acusado. “¿Y ahora qué puedo hacer para destruir a ese miserable? Me acaba de dejar para irse con otra mujer”. Insisto en que no podemos publicar lo que pide. La mujer se fue y yo me quedé pensando en esa vieja frase que dice “que la realidad es más sorprendente que la ficción”.