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Trámites burocráticos, exceso de personal, corrupción y falta de control son, entre otros, síntomas de la ineficiencia del Estado que deben eliminarse si se pretende cambiar la suerte del país. Si todo esto no cambia, la situación puede seguir deteriorándose irremediablemente.

La eficiencia estatal no se mide con los montos de recaudación de impuestos, ni siquiera con el aumento de los volúmenes de ventas o con la aceptación de las políticas públicas ante los organismos internacionales; se mide en transparencia, en atención oportuna y pertinente a los ciudadanos, en distribución equilibrada de los ingresos, en la lucha contra el centralismo y la corrupción.

“La eficiencia estatal no se mide con los montos de recaudación de impuestos”.

De nada vale que un gobierno aplique políticas constrictivas, recaudando impuestos para mantener un Estado obeso y corrupto, sin dar a los ciudadanos los servicios con la calidad que se requiere.

La falta de control en las ejecutorias del sector público fomenta el perjuicio y la dilapidación de los fondos públicos.

Es tiempo de que el Gobierno se decida a una frontal lucha contra los signos de ineficiencia estatal. Tendrá que hacerlo, si quiere servir a los ciudadanos como debe ser.

Editorial de El Diario publicado este sábado 14 de mayo del 2022 en nuestra edición impresa.