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El Estado ecuatoriano debe volverse más eficiente para garantizar mejores condiciones de vida a los ciudadanos y para ello es necesario un cambio integral.

El país requiere más agilidad, menos complejidad en los trámites, un mejor aprovechamiento de los recursos, una lucha decisiva contra la corrupción en todas sus manifestaciones y atención a sus necesidades, al menos a las básicas y prioritarias.

Lo que existe hasta ahora es un Estado obeso, lentificado por una serie de protocolos y disposiciones que restan agilidad a todo, agobiado por un centralismo desesperante que se niega a delegar parte de sus funciones a otras instancias; un apetito voraz por hacerse de recursos públicos, burlando controles y leyes; desidia por atender los pedidos justos de la población; un manejo de la cosa pública basado en influencias e intereses particulares, entre otros síntomas de descomposición política.

“El sistema está afectado por vicios y mala percepción de la gestión pública”.

Lo señalado no es asunto de gobiernos, sino del sistema afectado por una serie de vicios y mala percepción de la gestión pública. Es un atavismo que, lamentablemente, ha ido empeorando con el tiempo.

Hace falta una transformación integral del manejo público, pensando en la eficiencia y en la necesidad de que el Estado sirva, como debe ser, a los ciudadanos.

Editorial de El Diario publicado este lunes 27 de junio del 2022 en nuestra edición impresa.