Limosna es una palabra que tiene origen griego y significa “algo que se da por piedad o compasión” y compasión viene de “padecer junto con el otro”.
En esta semana, en una de las lecturas del evangelio se decía “Den más bien lo que tienen dentro, como limosna y entonces todo les será limpio”.
Muchas veces entendemos la limosna como dar algo que nos sobra, que no es útil o que está destinado a la basura. Recuerdo que en una parroquia, pedimos donaciones y nos llevaron dos sacos, uno de ropa y otro de zapatos. Lo que nos dieron realmente era un insulto y es que la ropa estaba manchada o estaba rota u olía mal. De los zapatos mejor ni hablar. Cuando hice algún comentario a un grupo de personas, entre las cuales se hallaban los donantes, una frase me golpeó el alma: “si son pobres tienen que aceptar lo que uno les dé”.
Pienso en los Reyes Magos, la limosna que le dieron al Niño Jesús fue oro, incienso y mirra. Una limosna a la cual le damos el bonito nombre de “regalo”.