El centralismo está cada día más obeso. Se come las oportunidades de la gente, devora la patria y es una de las formas más descaradas de corrupción.
La concentración de poder vende la idea de que es necesario que por un mejor control y como una forma de abaratar precios es mejor que todo se haga en un solo lugar, el central.
El resultado del centralismo es todo lo contrario. Es la mayor fuente de coimas y enriquecimiento ilícito; pero además, de inequidad y discriminación.
Las grandes ciudades concentran los mejores presupuestos, las obras más caras, la infraestructura más moderna. Los programas de desarrollo fuertes, los mejores colegios, hospitales mejor equipados.
Las universidades con más fondos, los escenarios deportivos de última generación, los actos culturales de mejor nivel y un largo etcétera.
“Los organismos locales deben tener más competencias, pero con presupuesto”.
El centralismo decide la construcción o no construcción de una obra a kilómetros de distancia. Y hasta la adquisición de elementos básicos de un hospital o dependencia pública.
En Manabí se habla de la necesidad de impulsar el poder local, que no es otra cosa que dar más poder, atribuciones, competencias y presupuestos a los organismos locales.
Las instituciones más cercanas a la gente entienden mejor sus problemas y pueden articular mejor las soluciones. Pero, además, son mejor controladas, cuestionadas y observadas por los mandantes.
Es necesario que en la nueva campaña electoral se aborde este tema con posiciones y planteamientos concretos contra el centralismo.
Editorial de El Diario: Publicado el 8 de octubre del 2024 en nuestra edición impresa.