Como es época de campaña electoral, los políticos de cualquier pelambre vienen por acá, como por allá, a hacer lo que han hecho por décadas con tanta maestría y pericia: ofrecer y ofrecer. Y miles caen rendidos y seducidos por la esperanza que de suyo representa cada elección.
Cuando se tiene muy poco o se ha sido objeto de engaño tras engaño, unas cuantas palabras, aunque mal hilvanadas pero cargadas de mentiras que atrapan, pueden representar o pueden ver en ellas algún futuro.
A los políticos, después de todo, no les cuesta nada hablar y decir lo que se les ocurra, así sean cosas inverosímiles o a todas luces inviables. Ellos, sencillamente, no tienen responsabilidad alguna sobre nada de lo que prometen. Si mañana no pueden cumplir lo que en el fragor de la lucha electoral ofrecieron, no tienen de qué preocuparse: no hay ni habrá castigo de ningún tipo ni siquiera de tipo social o electoral. Políticos que han fallado en el ejercicio de sus cargos, que han quedado muy mal, se presentan, sin ningún rubor, a las elecciones.
Esta ha sido y es la tónica de nuestras campañas electorales. Pero Manabí, como todas las provincias, ya no puede soportar ofertas sin cumplir. Los tiempos sin pandemia ya estaban muy difíciles. Ahora con pandemia y con crisis, ya nos podemos imaginar. Por tanto no hay que dejar pasar, sin cuestionar, propuestas de políticos o de aceptarlas humildemente como que si fueran una gracia del candidato. Que sustenten lo que dicen.
Manabí, entonces, debe exigir a cada candidato que se pasee por la provincia, algunos por primera vez, que nos diga qué es lo que va a hacer por ella, cómo lo va a hacer y cuándo lo va a hacer en caso de llegar al poder.
En ese momento por tanto, cuando los candidatos se hayan explayado en sus ofertas, para las que no ahorran palabras, tendríamos que evaluar muy al detalle si eso que ofrecen nos sirve para nuestro crecimiento, para crear empleo, riqueza y desarrollo a largo plazo. Y habría que ver también si existen recursos para llevarlos a cabo o si cuentan con un financiamiento serio, formal y adecuado. Caso contrario, serían un ordinario baile de ofertas y una obscena demagogia.
Este análisis nos llevaría a concluir si ese político conoce de veras a Manabí y sus necesidades. Solo los que nos conocen, al fin y al cabo, son capaces de articular programas sustentables en beneficio de la provincia y por ellos hay que votar.
Walter O. Andrade Castro