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 Rubén Moreira Velásquez (+) e Ignacio Gumersindo Moreira Velásquez consideramos una gran oportunidad para diseñar un edificio importante en clima cálido y fuerte asoleamiento. El doctor en veterinaria, Vicente Jarre V., y el ingeniero agrícola, Hugo Egüez, director del Programa Nacional del Café, gestionaron la obra porque tenían sus oficinas dispersas en la ciudad y necesitaban agruparlas. El área aproximada del edificio es de 5.200 m2.

La premisa fundamental arquitectónica y su respuesta formal fue diseñar un espacio que concilie el fuerte asoleamiento de la tarde, junto a los vientos dominantes del oeste. Consiguiendo sombras con ventilación natural cruzada para obtener una respuesta formal para un edificio inteligente, que redujera la energía eléctrica y la contaminación; a su vez, cómodo para los funcionarios y usuarios del sector agrícola rural con áreas sombreadas y salas de espera claras, ventiladas.
El estudio de suelo y sus recomendaciones fueron realizados por el ingeniero Phander Cazar, quien propuso la cimentación con pilotes de mangle que fueron proporcionados por el departamento forestal del MAG. En 1980, en la Segunda Bienal de arquitectura en Quito, a nivel panamericano, fue mencionado como “El único edificio cuyas características arquitectónicas y su expresión formal es una respuesta válida para el clima ecuatorial”. Y para colegas, este icónico proyecto es, en los últimos 50 años, un buen ejemplo de arquitectura tropical en la Costa ecuatoriana, en la categoría de edificios públicos. Siempre consideramos con Rubén diseñar un edificio representativo para nuestra ciudad y esta fue la oportunidad. Los elementos de fachada fueron pensados para mitigar el fuerte sol de la tarde, y el volumen de la calle América lo enfatiza con la presencia de un portal, característica de nuestra arquitectura para conseguir sombras.
La compañía INARQ realizó la construcción. La fiscalización la realizó el arquitecto José Cevallos Murillo (+) y la dirección arquitectónica por los proyectistas.
El 22 de noviembre del 2020, en El Diario, pág. 6A, se expresa: “La icónica edificación se empezó a destruir luego del terremoto del 2016, porque quedó en el abandono”. Los arquitectos de Manabí y yo, como coautor del proyecto, esperamos que se sensibilicen las autoridades municipales para restaurar esta obra única e irrepetible. Gracias, hasta siempre, grande Rubén.