A medida que nos acercamos a las elecciones de dignidades públicas, es cada vez más usual entablar conversaciones, las cuales con frecuencia, terminan en discusiones airadas entre amigos cercanos e incluso, entre miembros de una misma familia.
Entre los problemas que conllevan a discusiones airadas entre amigos y familiares por desacuerdos principalmente en temas relacionados con ideologías políticas, destaca la tendencia involuntaria de “escuchar para responder” en lugar de “escuchar para entender”.
Si nos ponemos a pensar, cada vez que entablamos una discusión enérgica tratando de demostrar que nuestro pensamiento es el único correcto y que por lo tanto debe ser obligatoriamente aceptado por los demás, no solo que ponemos a la luz nuestra escasa inteligencia emocional; nuestra incapacidad para lograr consensos a través de un plausible trabajo en equipo, sino que también, y con alta probabilidad, culminaremos la conversación sin haber logrado llegar hacia los demás con un mensaje claro, objetivo y convincente.
Para evitar estas pláticas largas y sin sentido, recomiendo adoptar una técnica comunicacional conocida con el nombre de “Aikido verbal”, la cual, en resumen, no consiste en evitar el conflicto a toda costa, sino más bien radica en tratar de convertir cualquier conversación agitada en una que sea amigable, objetiva, crítica (en el buen sentido) y, sin desperdicio de energía. Respirar profundamente de forma consecutiva para evitar molestarse; no tomarlo a título personal para no entrar en un estado de defensa y ataque; y mantener una ‘escucha atenta’ para tratar de entender la opinión de los demás, son algunas de las estrategias de comunicación, las cuales bien utilizadas, nos podrían ayudar a no caer en un estado colérico improductivo.
Con referencia a la ‘escucha atenta’, esta consiste en escuchar al expositor sin interrupciones y siempre brindando nuestro mayor esfuerzo para entender con claridad la hipótesis presentada. Esta práctica empleada de manera efectiva, nos permitirá identificar errores, ambigüedades, incongruencias, vicios ocultos y debilidades interpretativas de los expositores, y en consecuencia, nos brindará la valiosa oportunidad de refutar y liderar una discusión de forma educada, con argumentos objetivos, convincentes y, difíciles de refutar.
En síntesis, es perentorio que despertemos nuestra inteligencia emocional mediante la implementación de la ‘escucha atenta’, la cual nos permitirá entender y, a la vez, contribuir con opiniones saludables y productivas.