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Se ha sostenido que la descentralización económica y administrativa es fundamental para mantener unido al país.

Es hora de volver a pensar si es conveniente o no hacer lo que se le negó al país en la Constitución del 2008, que Quito siga siendo la capital del país, pero que la sede de los poderes del Estado cambien, incluyendo la del poder Ejecutivo.

Parecería una evolución de forma y no de fondo, pero se constituiría en una señal clara de descentralización y podría contribuir a aliviar las agresiones que sufre la capital cada vez que los diferentes sectores de la sociedad deciden hacer conocer sus reclamos.

En Montecristi se planteó que la sede de la Legislatura se quede en Ciudad Alfaro, pero la mayoría en el poder, en su momento, bloqueó esa posibilidad.

Una medida así podría contribuir a que el contacto de las autoridades, con una realidad diferente a la de la capital, les permita mirar a la nación y su gente con otra visión.

“Hay que repensar el país: bien y rápido”.

Es más que claro que la señal por sí sola sería insuficiente si no va acompañada de un cambio en el manejo financiero del país.

Más de una vez se ha insistido desde esta columna, que no tiene sentido que el destino de casi el 80 % de los recursos públicos los decida un presidente de la República, mientras que la diferencia la administren más de 200 alcaldes y prefectos del país.

Editorial de El Diario publicado este martes 5 de julio del 2022 en nuestra edición impresa.