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Los incendios forestales son un fenómeno cíclico, habitual en la estación seca y ventosa, por lo que su prevención debe involucrar no solamente a las autoridades y los bomberos, sino también a la población. Cada año se difunden noticias de incontrolables incendios en zonas boscosas, que destruyen la flora y la fauna, pero también recursos naturales irrecuperables e, incluso, ponen en peligro la vida de las personas.

En el caso de Manabí, la arraigada costumbre de cortar la maleza y quemarla para habilitar el terreno para la siembra, es una acción de riesgo que, en determinado momento, puede volverse en contra del mismo agricultor, porque destruye la capa vegetal del suelo y es un potencial desencadenante de incendios.
Y, aunque parezca raro, los trozos de vidrio y las botellas que se dejan en las áreas boscosas o a las orillas de las vías pueden concentrar la luz solar y originar puntos de calor.
Al final, las consecuencias son para todos, porque se destruye la naturaleza y se amenaza a la vida. Además, porque la intervención de los bomberos representa gastos que se cubren de las contribuciones ciudadanas.
La prevención de los incendios forestales, entonces, debe involucrar a plenitud a las personas. Es necesario que se desarrollen campañas de conciencia para que las personas entiendan el riesgo que pueden acarrear ciertas prácticas.