Vivimos en un ambiente en el que los modales y la cortesía se han perdido. El colapso socioeconómico, con sus consecuencias en el bienestar de la familia y de cada ser humano, provoca profundo estrés y un estado de permanente violencia que deja de lado elementos tan sencillos como importantes que permiten la cohesión social y la convivencia; esto es saludar, ser amable, guardar normas de etiqueta y otras buenas prácticas. Sin embargo, para el crecimiento personal y para la armonía en círculos sociales pequeños o amplios, es necesario que los buenos modales revivan. Las normas de conducta han acompañado a la humanidad desde sus inicios y se han acoplado a diferentes épocas, somos ceremoniales por naturaleza y el rito está en cada uno de nosotros para convivir en relativa conciliación; al aplicarlos no somos anticuados o menos modernos, por el contrario, denotamos nuestra capacidad de adaptarnos e integrarnos a diferentes escenarios desarrollando de manera plena nuestra inteligencia, empatía e interculturalidad. Las buenas costumbres son diversas como lo somos los seres humanos, varían entre familias, países y culturas; son reglas básicas mediadoras entre las personas y se fundamentan en la educación, historia, factores geográficos, sociopolíticos y otros, de allí los refranes “a donde fueres haz lo que vieres”, “en cada tierra, su uso” o “lo cortés no quita lo valiente”.