Al margen de cualquier situación de orden político o partidista, toda vez que me defino como una persona que simpatiza con los postulados de la Revolución Ciudadana, y como tal ser parte de la agrupación política de izquierda denominada “Vanguardia Ciudadana”, he creído oportuno, y necesario sobre todo, escribir sobre el peligro nacional que en la actualidad nos brindan pésimos los políticos ecuatorianos, no la política, debido al desesperado afán de la derecha de encarimar en Carondelet, a uno de sus adeptos, y por supuesto eliminar del tablero electoral, de por vida, al economista Rafael Correa Delgado.
Quienes estamos inmersos en la lectura diaria de los acontecimientos a nivel nacional, tanto en lo político como en lo deportivo, o del cable internacional mismo, podemos dar fe, que toda la estructura jurídico-administrativo del Estado ecuatoriano, es inconstitucional e ilegal por donde quiera que se lo mire o analice con servidores puestos a dedo, hechos que los ecuatorianos repudiamos y que la prensa, no toda, solo la corrupta, lamentablemente, calla de manera descarada para simpatizar con la traición. Para ellos la ética y los principios, al tacho de la historia.
Nadie en este país puede negar que toda la institucionalidad se halla totalmente destrozada como nunca antes ocurrió. Nadie puede negar tampoco, que la administración de justicia es un asco, que se administra con una dedicatoria descarada que no tiene nombre, al saber que sus puestos están lo debidamente asegurados. Igualmente, nadie puede negar que Fiscalía investiga solo casos de corrupción del régimen anterior, puesto que los de Carondelet, las arbitrariedades de la alcaldesa de Guayaquil, entre otros, siguen en el eterno descanso de la capital. Tenemos una justicia amañada.
Con todo y eso, las encuestas favorecen a los candidatos de la Revolución Ciudadana; en otras palabras, todos estos desmanes jurídico-administrativos cometidos por los esbirros del buen vivir, más vale le han servido de campaña política puesto que siempre lo tuvieron vigente, por una parte; y por otra, que los pobres de la Patria no olvidan lo que éste hizo por ellos.
En sí, lo que se tiene es un cúmulo de arbitrariedades que la ciudadanía de alguna manera está procesando, y no procesando de una manera usual, que, aunque pacífica, bien podría llegarse a mayores si no se maneja la situación con cautela e inteligencia. La ciudadanía esta hastiada de tanta burla y de tanto atropello. Ojalá no se repita un nuevo octubre. El abuso de la paciencia ciudadana, señores del gobierno, es peligrosa, no es nada recomendable de manera que cambien de actitud, aunque sea estos últimos meses que le queda a este nefasto gobierno, cuya historia le reserva el mismo espacio que a Leonidas Plaza.