Hace poco, y como tantas otras veces, embarqué de regreso a casa en una compañía aérea conocida.
La ilusión me llevó al aeropuerto. Volver al reencuentro con mi famosa almohada no podía esperar; es la única leal a mi ADN.
Solicitando mi pase a bordo en el día y hora indicada, el empleado de la aerolínea toma mis documentos y dice que: “Su vuelo fue viernes, amanecer sábado; ya es domingo. Además, el vuelo por salir está cerrado”… ¡No me dio opción! Intenté hacerle saber que estoy en el día y hora adecuados y mucho antes del despegue. ¡Inútil! No se me permitió abordar.
Averiguando lo insólito, y sobrecogida por su forma de entender los tiempos, sobre todo del día, que no era domingo (pues desde que tengo memoria mi calendario es romano, porque así lo dijo César: ¡las calendas nunca fueron griegas!), la aerolínea en cuestión tiene la audacia de vender los vuelos varias veces y proponer a los pasajeros ofertas de quedarse con gastos pagados y valores tentadores para consumos inmediatos, y tomar otro vuelo varios días posteriores al de la partida prevista. Hay quienes son embarcados en aerolíneas con escalas largas y cansadas. Una posibilidad también es descompensar el presupuesto, adquirir un boleto en otra compañía y llegar acorde a la planificada vida, que fue mi caso por estos días.
Son actos irregulares, evidentemente, donde hay figuras legales que van desde el abuso de confianza en contra del usuario, pues si se utiliza una determinada empresa es porque existe al menos una referencia que valida la utilización de esos servicios. ¡Y qué decir de la estafa! No se puede normalizar el engaño, el abuso, la zancadilla, el truquito, la maroma, la sonrisa falsa que esconde deseos malsanos y el enriquecimiento ilícito tan de “moda en los últimos tiempos”.
Comparto esta experiencia que me lleva a no utilizar aquella compañía, y porque en la sala de abordaje, al hacer más generosa la espera, me enteré de casos similares y de los descritos que me di el trabajo de investigar. Al no tener cultura del reclamo, aceptamos resignadamente este tipo de picardías. ¡Esto no es normal!
Lo menos ingrato, claro está, fue el hecho de saber que volver a casa es siempre maravilloso.