Como ciudadana manabita, hija de esta tierra donde la historia y la cultura se entretejen como los finos hilos de la paja toquilla, saludo con entusiasmo la iniciativa de postular al Cerro de Hojas-Jaboncillo como Patrimonio Mundial Mixto ante la UNESCO.
Montecristi, Portoviejo y Jaramijó han suscrito un compromiso que trasciende lo administrativo para convertirse en un acto de reconocimiento a nuestras raíces más profundas.
El Cerro de Hojas-Jaboncillo no es solo un paisaje. Es un testigo milenario de la grandeza de la cultura Manteña. En sus entrañas duerme una ciudad prehispánica cuya magnitud, según expertos, podría rivalizar e incluso superar a la célebre Machu Picchu. Esta no es una exageración localista, sino una afirmación respaldada por escaneos 3D que revelan sistemas de riego, canales, templos y zonas habitadas que dan cuenta de una civilización avanzada, sabia y en armonía con su entorno.
La categoría de Patrimonio Mundial Mixto no es un simple título; es el reconocimiento al valor conjunto de lo natural y lo cultural. El bosque seco del cerro, sus especies, su biodiversidad y sus estructuras hidráulicas forman parte de un ecosistema que merece ser conservado, estudiado y admirado. ¿Cómo no apoyar una causa que conjuga ciencia, identidad y desarrollo?
Que Montecristi ya ostente la declaración del sombrero fino de paja toquilla como Patrimonio Inmaterial y el sello de Ciudad Creativa por la UNESCO no es casualidad. Esta nueva aspiración no es un capricho, sino una consecuencia lógica de lo que somos. La historia del sombrero, que nace antes de la colonia, es apenas una hebra del tapiz que nos define.
Además, la nominación permitirá atraer recursos internacionales que son imprescindibles para excavar, restaurar y poner en valor el yacimiento. No se trata de abrir la tierra con palas, sino de rescatar con precisión quirúrgica los rastros de quienes habitaron este suelo hace siglos. Ese rescate exige inversiones que el país no puede asumir en solitario.
Apoyar esta postulación no es solo un acto de amor por Manabí. Es un compromiso con la humanidad, porque lo que reposa en Hojas-Jaboncillo no pertenece únicamente a nosotros. Pertenece al mundo. Y el mundo tiene derecho a conocerlo, valorarlo y protegerlo.