Mientras el joven legislador de ADN Dominique Serrano (de tan solo 19 años) combatía el aburrimiento parlamentario, garabateando figuritas animadas en su cuaderno universitario, una indiscreta cámara lo captó, y todo se fue al carajo.
De repente, la atención de los ansiosos flashes periodísticos junto a la ira de la oposición apuntaron todo su arsenal hacia el pobre muchacho, quien, arrinconado, justificaba su accionar con un certificado médico que acreditaba su trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Es decir, dibujar le ayuda a enfocarse y no lo contrario.
Pero, una vez que la muchedumbre prueba la sangre de un político, es incapaz de discernir razones. El linchamiento a esas alturas era imparable. Y, por supuesto, el impoluto y estético presidente del Legislativo, Niels Olsen, preocupadísimo por los índices de popularidad de la imparable maquinaria que lidera, se mostró muy estricto con su joven compañero de bancada, anunciando un castigo ejemplar ante su inexcusable distracción.
Sin embargo, esta historia no finaliza con la sanción impuesta al guagua asambleísta. Detrás del escándalo se escondía un secreto nocivo para la imagen de la “nueva Asamblea” al descubrirse que la madre y un hermano del joven castigado trabajaban en el Legislativo.
Resulta que la Asamblea Nacional funciona al ritmo de una próspera agencia de empleos para familiares de los legisladores. Allí, en la “casa de todos” efectivamente caben todos: los tuyos, los míos y los nuestros, como una gran familia política al estilo de Mis adorables entenados. Allí puedes ingresar sin importar tu apariencia, origen o preparación, siempre y cuando tengas un vínculo de sangre con algún legislador.
Se sabe que hay un listado de 40 funcionarios que salieron por pedido de Niels Olsen: 19 por renuncia y 21 por desvinculación. Todos con alguna relación familiar con asambleístas o burócratas legislativos. De ese grupo, 12 eran colaboradores de asambleístas de la Revolución Ciudadana, 10 del movimiento oficialista ADN y 2 del PSC. Sin embargo, hasta la fecha, Olsen se niega a revelar la identidad de los removidos, impidiendo conocer la magnitud de la ramificación de este frondoso árbol genealógico parlamentario.
La cadena de favores laborales en la Asamblea Nacional ha sido una práctica mañosa heredada por generaciones y protegida por los políticos de turno, quienes la señalan o la disfrutan según quién mande, pero jamás la erradican, porque, al final, los trapos sucios mejor se lavan en casa, porque, al final, en la Asamblea como en la mafia, todo queda en familia.