En los orígenes del río Grande, camina un hombre con aspecto mesiánico, patriarcal, esbelto, delgado, con melena alborotada y largas barbas blancas.
La gente lo respeta y admira, incluso sus gratuitos detractores. Todo hombre singular tiene admiradores y envidiosos. Se llama Antonio.
Hoy, 13 de junio, que se celebra el día de San Antonio de Padua, se me ocurre escribir esta nota para honrar a este montubio de cepa, único en su estilo y en su cultura. Le llaman el balsero del río Grande; ama las tradiciones.
Cuentan que un día caminaba en su caballo de paso por un callejón estrecho y una muchacha, al verlo, casi se infarta: creía que era Jesucristo por su apariencia evangélica. Al acercarse, la muchacha del cuento lo reconoció: es Antonio Pico, el líder de Río Caña, trabajador silencioso por la conservación del río Grande, este río que provee de agua a muchos cantones de Manabí y, sin embargo, hay una indiferencia de los organismos que tienen que trabajar por la descontaminación de las fuentes y de sus aguas, que bañan a gran extensión territorial de Manabí.
Lucha por la no utilización de agroquímicos, que no arrojen los desechos al río; para que se conserven las semillas originarias del maíz, el frejol, las legumbres. Lo hace con un don de convencimiento que la gente lo escucha con respeto y aprecio. Es multifacético: en su finca viste como el más humilde campesino, con su sombrero de paja toquilla amarillento por el uso y el sudor. Alimenta sus caballos, los chivatos, las gallinas y los patos. Conserva un trapiche de los abuelos; moliendo la caña de azúcar, extrae el guarapo que más tarde se convierte en raspadura. Enseguida se viste con pulcritud y sale a la casa de los abuelos a reunirse con sus amigos que entonan la guitarra. Antonio posee una voz de barítono; se sabe los amorfinos y las canciones de los abuelos: “Esas malditas iguanas, se me han comido mi habal, ahora tengo el trabajo, de volverlas a sembrar”. Antonio es multifacético: es actor, canta, baila, toca la vihuela y, cuando el río está crecido, arma una balsa de cañas y navega en solitario río abajo hasta llegar a la boca, es decir, a la desembocadura del río Portoviejo.
Antonio nació para ser un luchador. Dejó la comodidad de un escritorio y de ser un burócrata, para ir a su querencia a hacer un voluntariado para que el campesino manabita maneje bien los recursos naturales y que el pueblo montubio tenga su reconocimiento como centro de los pueblos y de la interculturalidad ecuatoriana, al igual que está luchando el doctor Joselías Sánchez por el reconocimiento del pueblo cholo.
Manabí tiene muchos valores que, desde sus trincheras, tienen una misión especial que cumplir. Quiero expresar mi pesar por la partida de nuestro amigo Douglas Vaca Vera, quien también deja una huella por su ideal del manabitismo.