Ayer fue el Día del Padre, una fecha en la que las familias celebran y expresan su cariño y agradecimiento a los padres.
Se preparan reuniones, comidas y se dicen palabras emotivas, mensajes y se dan regalos. Se asegura que los padres son héroes, hombres que nos dan todo. Hoy voy a escribir de otra manera, escribiré lo que pienso y cada uno juzgará si es su realidad. Voy a referirme al hombre que siempre debe estar presente.
Ser padre no es un “título” que se asuma automáticamente al nacer un hijo, ni una “función biológica”. Es un compromiso de todos los días, de presencia, de trabajo y tiempo de calidad. No es cuestión únicamente de “ayudar” en casa o “colaborar” en la crianza como si fuese un pasatiempo más. Es un rol activo y corresponsable, emocional y físico, desde el minuto uno de convertirse en padre.
Un padre no se toma fotos y desaparece. Un padre real no es un disciplinario sin sentido. Un padre real cambia pañales. El que se sienta junto a la cuna con sueño y resignación a las tres de la mañana porque la madre no ha dormido. El que supervisa la tarea, el que está involucrado solo porque quiere estarlo. El que cocina, escucha, juega y castiga siempre con respeto, reflexionando sobre su crianza para evitar ser como sus propios padres.
Ser padre no es hacerlo todo bien. Nadie lo logra. Pero es entender que los hijos no necesitan perfección, sino presencia. Necesitan alguien que los mire a los ojos, que los escuche, que los tome en serio. Que no les diga “los hombres no lloran”, sino que los abrace cuando lloran. Que no les imponga un camino, sino que los acompañe a descubrir el suyo. Están los padres que no residen con sus hijos, pero, aun así, intentan estar presentes en momentos relevantes. Los que aprendieron a ser papás sin haber tenido un modelo a seguir. Todos ellos son importantes, desde luego.
En un mundo donde el machismo todavía está presente y la paternidad a menudo se siente vacía y automática, es crucial hablar de una paternidad consciente y activa. Ser padre no debería significar ser una figura autoritaria o un proveedor que permanece en silencio. Debería ser sinónimo de cuidado, de comunicación, de ternura sin reservas y de firmeza sin recurrir a la violencia.
No escribo al padre ideal, sino que escribo para reconocer a aquel hombre que, con sus virtudes y defectos, elige estar presente. Porque esa decisión vale más que mil palabras. Ser padre no es solo una fecha en el calendario; es una forma de vida. A todos los que se esfuerzan por ser mejores padres cada día, ¡feliz día! Y también a aquellos que, a pesar de no haber tenido un buen ejemplo, han decidido ser diferentes. Eso también es un acto de valentía.