En lo religioso, un objeto de culto es un artículo al que se le concede poder, de acuerdo con la práctica religiosa que se profese y, por tanto, se venera o adora.
En la didáctica espiritual y religiosa del hombre, es importante este elemento porque permite acercar materialmente la imagen que se representa, facilita la comunicación cercana con la deidad o con Dios, provee una sensación de protección y conexión espiritual, brinda un sentido de pertenencia y simboliza valores, ideas y sentimientos compartidos.
En ciertas religiones de la cristiandad, la cruz, la hostia o la imagen de la Virgen María y de los santos son objetos de culto y merecen respeto, devoción, oración; y, en otras creencias, los elementos varían: en el budismo lo son las flores, incienso, velas, comida, imágenes de Buda y bodhisattvas; en el islam tenemos el Corán, la misbaha para contar el número de oraciones, la mezquita y, en el judaísmo, los objetos de culto son la kipá, el talit (manto de oración), la mezuzá, la menorá y la Torá, entre otros.
Como seres espirituales que somos, comprender objetos de culto permite ese vínculo con lo trascendente, provee identidad, comprensión del origen, propósito de vida y destino en el encuentro con el mundo invisible; sin estos careceríamos de memoria y legado, de misión, valores, propósito y sentido de pertenencia.
Cuando tengamos a nuestro alcance cualquiera de estas representaciones, nuestra actitud debe ser de respeto y consideración, pues su construcción se ha fortalecido a lo largo de miles y cientos de años para sostener sociedades, comunidades y países enteros. Recordemos que las cruzadas, en la Edad Media, fueron aquellas guerras que, con el propósito de recuperar la Tierra Santa, destruyeron los símbolos u objetos de culto de fes que se juzgaban como paganas y a sus adeptos; la aniquilación fue a tal grado que se califica como uno de los periodos de mayor oscurantismo en la humanidad, trayendo como resultado dominio y humillación y la reconstrucción de los sistemas de creencia que lograron resistir.
Hoy la sociedad goza de mayor respeto y tolerancia, vivimos épocas de mayor progreso, conocimiento y cultura, por tanto, debemos ampliar nuestra comprensión del mundo, entendiendo las diferentes interpretaciones de la vida y de la muerte que ofrecen las religiones existentes, desarrollando empatía por las prácticas diversas de la espiritualidad, repensando las creencias que hemos construido en lo personal y familiar y encontrando similitudes de pensamiento con otras religiones, pues algunas enseñanzas son universales.