Es probable que, para el momento en que este artículo sea publicado, el presidente de la República ya haya tomado una decisión respecto del importante Ministerio de Agricultura y Ganadería.
¿Será que ratificará al actual titular o designará a otro? Sea cual fuere el camino adoptado, debe inaugurar una nueva etapa de real beneficio para el país, siendo de desear que el designado sea un elemento, hombre o mujer, vinculado por conocimientos y experiencia con el trajinar campesino. Podría ser un profesional o agricultor progresista, que debe tener un estrecho vínculo personal, no empresarial, con el primer magistrado, que acceda a él con la máxima apertura, que lo oriente y le promueva la idea de que en ese portafolio radica la solución del empleo y el aumento rápido de las vitales exportaciones.
La agricultura, con todas sus actividades afines como la agroindustria, la acuacultura, la forestación, los cultivos urbanos, es la tabla de salvación frente a la desocupación y pobreza que caracteriza al país, y peor en las áreas rurales. Las agroexportaciones permitirán un crecimiento económico sostenido que ayudará a saltar las bajas cifras, distantes del aumento poblacional que ha sido el esquema de los últimos años, mientras las riquezas naturales ecuatorianas continúan listas para un aprovechamiento sustentable, es decir, que se mantengan en el tiempo para satisfacción de esta y las próximas generaciones.
Ya el cacao, que superó al banano, el plátano, el café, las flores de corte, la pesca y la madera, ha demostrado el magnífico aporte para mantener el superávit comercial, aumentar la demanda de mano de obra y acumular divisas, tan necesarias para apuntalar la dolarización. Es necesario que, en este nuevo período, que tiene un horizonte de estabilidad de mínimo cuatro años, se le devuelva al ministerio del agro las competencias, presupuesto y facultades que le han sido negadas o diluidas en otros repartos estatales como Ambiente y Producción, hasta ahora improductivos en el área agrícola y ganadera.
Hemos observado que el Ministerio de Agricultura desfallece por falta de recursos, no integra las comitivas al exterior, donde los productos que representa tienen una aceptación y cabida no debidamente aprovechadas. Paralelamente, los gremios agrícolas y ganaderos no son convocados o no asisten a los eventos de los comités empresariales que formulan recomendaciones al poder público. Es, por tanto, hora de que los agricultores organizados hagan oír su voz y sentir su poderío.