Veo con tristeza cómo las calles de nuestra ciudad se llenan de oscuridad. No es solo un problema estético, es algo que nos afecta a todos.
Muchas calles principales ya no tienen buena iluminación, y en las parroquias, tanto urbanas como rurales, la cosa es peor. Ahí, la falta de luminarias en buen estado es algo de todos los días.
Caminar de noche se ha vuelto un riesgo, y eso no debería pasar en una ciudad como la nuestra.En mi barrio, cerca del centro, las luces se apagan seguido o están rotas. Pero si vas a parroquias como Picoazá o Riochico, la situación es más grave. No hay casi lámparas, o las que hay están fundidas desde hace meses. Los vecinos me cuentan que temen salir porque los asaltos han aumentado.
Sin luz, los delincuentes tienen ventaja, y nosotros quedamos a su merced. ¿Cómo es posible que en el año 2025 sigamos así? Lo que más me molesta es que pagamos por esto. En las planillas de luz, Cnel nos cobra una tasa por alumbrado público. Cada mes sale ese dinero de nuestro bolsillo, pero ¿dónde va?
Si ya lo pagamos, es justo que ese dinero se use para poner luminarias nuevas o reparar las que están malas. No pedimos lujos, solo un poco de luz para sentirnos seguros. Los niños no pueden jugar tranquilos, los mayores tienen miedo de tropezar, y los negocios cierran temprano por la inseguridad.
Creo que las autoridades deben rendir cuentas. Si juntamos a los líderes de las parroquias, al municipio y a Cnel, podríamos hacer un plan. Que revisen dónde hace falta luz y usen ese dinero que ya pagamos. También podríamos pedir a la gente que hable, que denuncie cuando una lámpara se apaga.
Si nos unimos, tal vez nos escuchen. Portoviejo merece calles iluminadas, no esta sombra que nos asfixia.