En la memoria histórica de Manabí, se recoge un episodio que tiene la fuerza simbólica y transformadora, y sin duda fue el paro de Portoviejo, que paralizó la ciudad por cinco días y estremeció los cimientos de un centralismo insensible, y puso en evidencia la fortaleza del manabitismo.
El episodio que nos enaltece tuvo lugar el 4 de julio de 2005. En ese entonces era presidente Alfredo Palacio, quien ocupó el poder que dejó Lucio Gutiérrez, quien había hecho promesas de desarrollo a Manabí y fuera derrocado antes de fenecer su mandato.
No es una simple protesta, insistían líderes históricos como Vicente Abril, Mery Zamora del Frente Popular; María Atenaida Cedeño, desde las parroquias; Bélgica González, desde la Confederación Obrera; Douglas Vaca, Carlos Intriago Macías, pensadores del manabitismo; Patricia Briones desde la Alcaldía de Portoviejo, Cámara de Comercio, universidades, gremios profesionales, campesinos, periodistas, comunicadores sociales, dirigentes barriales, estudiantes, medios de comunicación y ciudadanos de toda condición social que inundaron las calles para reclamar con gallardía frente a las promesas incumplidas y el abandono gubernamental.
Fue la reacción de dignidad en defensa de la capital de la tercera provincia más importante de Ecuador, históricamente postergada, lo que condujo a alzar su voz con tal fuerza que el Estado centralista no tuvo otra alternativa que escuchar. Fueron cinco días de intenso civismo, Portoviejo paralizado, calles cerradas, instituciones sin atención, comerciantes unidos, obreros marchando y estudiantes exigiendo. La ciudad no pedía privilegios, pedía justicia. Reclamaba desarrollo, infraestructura, agua potable, vialidad y salud.
La presión social condujo al ministro Rafael Correa a visitar la ciudad en medio de la agitación. Encontró una ciudadanía empoderada que no aceptaba dádivas ni discursos técnicos, exigía resultados. La contundencia del paro obligó al Gobierno de Palacio a sentarse a negociar, delegar a sus ministros para que en la base naval de Jaramijó se firmara el acta histórica en donde se consiguieron 602 millones para financiamiento del Hospital de Especialidades, proyecto de agua potable y alcantarillado, planes viales estratégicos, entre otros.
El paro nos enseñó que el desarrollo y las conquistas sociales no se mendigan, se conquistan. Nos recordó que el poder ciudadano, cuando se articula con responsabilidad, puede torcer el rumbo de la historia, y que los logros deben ser defendidos todos los días. Veinte años después, nuevos desafíos acechan: el desempleo, la inseguridad, el deterioro ambiental, el abandono del agro, políticas antipopulares y regresiones de derechos, lo que vuelve necesario el resurgimiento de la conciencia cívica.