El negocio, el consumo de las drogas elimina vidas, destruye familias y paraliza la comunidad.
En 1996, el periodista Tomás Eloy Martínez, en la obra “Réquiem por un país perdido”, pág. 429 y siguientes, escribe: “No hay seres humanos en las grandes ciudades de América Latina que no hayan sido víctimas o testigos de un robo en los últimos años. Los habitantes de la clase media y alta construyen sus casas detrás de altos muros”.
“Explicar y entender estas desgracias es una tarea sin fin”.
“El arzobispo de San Pablo y algunos generales retirados de Brasil suponen que las causas son las drogas traficadas en las calles a plena luz”.
En Ecuador, la droga es un negocio sucio rentable. El caso de Adolfo Macías, alias Fito, hay que analizarlo con detenimiento. ¿Quiénes ayudaron y protegieron a Fito en sus andanzas? ¿Quiénes ayudaron a construir la fortaleza donde vivía?
Las matanzas en Playas y Manta ocurridas este mismo mes nos alarman y llenan de dolor. Hace unos días, en un colegio de la provincia de Los Ríos, intoxicaron a más de 30 alumnos.
Mentes malvadas actúan en el país. Para ellos, la meta es proteger y defender el negocio sucio.
¿Por qué el negocio sucio de la droga, que fomenta el crimen, es rentable? Ese negocio sucio es rentable porque el vicio de la droga despierta “ilusiones” y placeres pasajeros. En algunos países desarrollados y con bienes de fortuna, el negocio también deja beneficios mercantiles en la clase dirigente.
Los gobiernos no pueden quedarse con los brazos cruzados ante un problema que se extiende destruyendo vidas valiosas y, al mismo tiempo, fortalece la violencia y la inseguridad.
Hay que crear una cultura antidroga en los países que producen y exportan droga, y en los países donde la droga y los altos precios reparten beneficio para los unos y los otros.
En nuestro Ecuador, en otros países de Latinoamérica, hay que combatir la pobreza y las desigualdades lacerantes. No podemos ser indiferentes cuando miles de ciudadanos amanecen en los basureros recogiendo algo para sobrevivir, y otros duermen en las veredas padeciendo las inclemencias del tiempo.
Hay que luchar con entereza, con vitalidad, para que las leyes se apliquen y no sean letra muerta. No podemos dejarnos derrotar por la maldad y el crimen organizado.