El término violar significa infringir o quebrantar una ley, un tratado, un precepto, una promesa; también significa tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad o cuando se haya privado de sentido o discernimiento.
De ahí que el verbo violar no solo significa un abuso sexual, sino que tiene varias acepciones. Por ejemplo, viola la ley de tránsito el que se pasa la luz roja del semáforo; quien conduce un vehículo sin licencia; viola el estudiante los reglamentos de un centro educativo cuando llega tarde, no cumple las tareas, copia en los exámenes, le falta el respeto a los profesores o agrede a los compañeros; viola la ley la persona que altera los linderos de una propiedad; viola toda autoridad que infringe las leyes determinadas en los códigos, como: el juez que, torciendo la hermenéutica legal, pone libre a un delincuente o lo sobresee. En fin, este vocablo tiene una infinidad de acepciones, según la materia de que se trate.
Este pequeño preámbulo nos lleva a aterrizar en los últimos acontecimientos acaecidos en Ecuador con motivo del escándalo provocado por un legislador que supuestamente habría violado a una menor de edad, y que, en busca de impunidad, pretendió que la Asamblea Nacional aprobara un proyecto de ley que lo favoreciera, al rebajar la edad de las víctimas de este atroz delito.
Lamentablemente, ciertos políticos y medios se refieren a la violación de menores de edad sin tomar en cuenta que la violación puede perpetrarse aun contra personas mayores, e incluso adultos mayores, sin contemplación de género, ya que el delito se consuma tan solo cuando se hubiese perpetrado utilizando la violencia, es decir, sin el consentimiento del agraviado.
Acabamos de conocer que, en Estados Unidos, el alto tribunal de justicia acaba de sentenciar a un abogado que estaba en la antesala de haber sido designado fiscal de la Suprema Corte de Justicia por un delito de violación cometido hace 30 años contra una estudiante de Derecho, de mayor edad, de origen humilde, que fuera violada por un compañero de familia notable, que consiguió que las autoridades de la universidad solapen este execrable hecho, lo cual ocasionó que la agraviada abandone la carrera de abogacía. La víctima, al conocer que el violador iba a ser designado fiscal de la Corte, entró en valor consiguiendo que el juicio se desempolvara, obteniendo su condena a muchos años de privación de libertad, impidiendo que este llegue a ocupar ese alto cargo, y a ella una indemnización económica, ya que por este hecho tuvo que abandonar su carrera.
Lo dicho comprueba una vez más que los delitos de violación son imprescriptibles e inalienables, por ser delitos de lesa humanidad.