En Manabí, cada jornada comienza con la noticia de un accidente de tránsito.
A veces es un choque menor; en otras, una tragedia que arrebata vidas en segundos. Lo más doloroso es que, en la mayoría de los casos, esos hechos no son producto del azar sino de la imprudencia, la falta de conciencia y el incumplimiento de normas básicas de tránsito. Frente a ello, resulta urgente hablar de educación vial.
La educación vial no debe limitarse a una campaña esporádica en redes sociales ni a la colocación de un cartel en una avenida. Debe comenzar en las aulas, desde la escuela, donde los niños aprendan no solo a reconocer una señal de tránsito, sino a respetarla. Una formación temprana crea hábitos que, en la adultez, se convierten en reflejos de seguridad. Lamentablemente, este aspecto ha sido descuidado en los currículos escolares, como si se tratara de un tema menor, cuando en realidad está directamente relacionado con la vida.
Otro punto crítico es el proceso de obtención de licencias de conducir. Hoy, más que una demostración de conocimientos y destrezas, parece un simple trámite administrativo. El examen teórico suele memorizarse como quien estudia para aprobar una materia sin comprenderla, y la prueba práctica, en muchos casos, apenas exige lo mínimo. En el caso de las motocicletas, la situación es aún más grave: miles de jóvenes se suben a una moto sin la más mínima preparación, convirtiéndola en una herramienta de trabajo, pero también en un arma letal si no se la conduce con responsabilidad.
Una licencia no debería ser solo un documento que habilita a manejar. Debe ser una garantía de que quien la porta entiende las reglas de tránsito, respeta la vida propia y la ajena, y asume un compromiso ciudadano. Para ello se requiere rigor en los exámenes, seguimiento en la formación y sanciones efectivas a quienes incumplen.
La educación vial es, en esencia, una inversión en seguridad y en vidas humanas. No reforzarla en Manabí —y en el país entero— equivale a aceptar que cada día sigamos contando víctimas en las calles.
