Soy una ciudadana de Manta que no terminó la secundaria, pero que siente en el alma lo que pasa en nuestra provincia de Manabí.
Hace unos años, esto era un lugar tranquilo, donde podíamos salir a pasear por el malecón o ir al mercado sin miedo. Ahora, todo ha cambiado. La inseguridad nos tiene atrapados, y no sé cómo vamos a salir de esto si no hacemos algo juntos.
Todos los días escucho noticias tristes. Matan a alguien en una esquina, asaltan a una familia en su casa, o peor aún, a veces hasta niños se ven en medio de la violencia. En Manta, donde vivo, ya no es raro escuchar disparos por la noche. Hace poco, un amigo mío perdió su tiendita porque unos hombres armados le robaron todo. ¿Qué va a pasar con nosotros si esto sigue así? Me da miedo salir, y eso no está bien, porque Manabí siempre fue mi hogar, un lugar de playa y alegría.
Dicen por ahí que las bandas pelean por el control del narcotráfico. No entiendo mucho de eso, pero sí sé que traen armas grandes, como las de las películas, y que matan sin piedad. La policía y los militares están haciendo operativos, y a veces agarran a algunos malos, pero no alcanza. En enero de este año, mataron a más de 125 personas solo en Manabí, y eso me hace pensar que algo está fallando. ¿Dónde está la seguridad que nos prometieron?
Yo creo que el problema es que estamos solos. Los municipios, las autoridades y la gente no se juntan para buscar una solución. Cada quien hace lo que puede, pero así no vamos a ningún lado. Necesitamos una autoridad fuerte, algo que nos una para cuidar nuestras calles, nuestras familias. Si los alcaldes, los policías y nosotros, los vecinos, trabajáramos juntos, tal vez podríamos cambiar esto. Por ejemplo, en mi barrio podríamos organizar vigilancia vecinal, pero necesitamos apoyo, no solo promesas.
También pienso que el gobierno debería poner más atención a los jóvenes. Muchos se meten en problemas porque no tienen trabajo ni escuela. Si les dieran oportunidades, quizás no caerían en las manos de los delincuentes. Yo no terminé la secundaria porque tuve que ayudar en casa, y sé lo duro que es cuando no hay opciones.
Manabí merece paz. Nuestras playas son hermosas, nuestra gente es buena, pero la violencia nos está matando poco a poco. No quiero que mis hijos crezcan con miedo como yo ahora. Hagamos algo, gritemos por ayuda, unámonos. Si no, ¿qué nos queda? Solo espero que alguien nos escuche y que pronto volvamos a caminar tranquilos por nuestras calles.