La COP30, que se celebrará en noviembre en Belém, Brasil, será mucho más que una cumbre. Representa una oportunidad clave para que América Latina eleve su voz y exija resultados reales frente a la crisis climática. Sin embargo, el reloj avanza rápido y los desafíos no son menores.
Desde el Grupo Jéssica Chávez, seguimos de cerca esta conferencia porque marca un punto de quiebre. En medio de tensiones globales y promesas por cumplir, nuestra región apuesta por una agenda climática propia, justa y urgente.
Uno de los ejes de la COP30 será la Amazonía, no solo como símbolo ambiental, sino como activo estratégico para la mitigación climática. Brasil, como anfitrión, busca colocar los bosques tropicales en el centro del debate internacional, lo que tiene enorme relevancia para Ecuador, y especialmente para provincias como Manabí, donde también se sienten los efectos del cambio climático en el campo, la costa y las ciudades.
Pero la logística preocupa. Belém aún no cuenta con la infraestructura adecuada para recibir a miles de delegados. Pese a ello, el gobierno brasileño ha implementado un visado electrónico gratuito para facilitar la participación.
A nivel político, América Latina exige una transición energética justa. La región ya está pagando el costo ambiental y social de un sistema económico global que ha abusado históricamente de los ecosistemas naturales. Y, preocupantemente, muchos países latinoamericanos están replicando modelos de crecimiento que priorizan la extracción por sobre la conservación. A esto se suma la falta de acciones concretas, que ponen en duda la voluntad real de cambio.
Uno de los mayores retos es que muchas veces estas discusiones y acciones no están en manos de especialistas ni conectadas con la realidad local. Esto debilita las decisiones y reduce el impacto de las mejores propuestas. Necesitamos pasar del discurso a la implementación.
La presentación de nuevas Contribuciones Nacionales (NDC) será un punto clave. Pero más allá de metas sobre papel, debemos seguir trabajando en acciones urgentes, reales y pragmáticas, con participación efectiva de comunidades, pueblos indígenas y jóvenes.
Desde toda América Latina, debemos exigir representación, coherencia y resultados.
Porque el cambio climático no espera; nuestra región tiene mucho que aportar… si la dejamos actuar, y mucho mejor si actúa desde el conocimiento.