El camino más corto para llegar a la crisis económica es simplemente tener más egresos que ingresos. Así de sencillo.
Aplica a gobiernos de todos los niveles, a las empresas y a las personas. Puede ser que en alguna ocasión la quiebra, porque a eso se llega cuando la crisis se torna crónica, se origine en catástrofes naturales, conflictos o se genere en el exterior, como ocurrió con la crisis de las hipotecas en EE. UU. en 2008, que afectó casi a todo el planeta.
Estas situaciones son excepcionales, pero la norma es que ocurren por gastos fuera de control. Ecuador es un ejemplo vivo. No hay gobierno, al menos que yo recuerde, que haya podido presentar un superávit en sus cuentas, pagando sin apuro sus obligaciones, planificando tranquilo e invirtiendo al mismo tiempo. Por el contrario, siempre ha estado renegociando deudas con el exterior porque no puede pagar en los términos pactados, debiendo en el interior, contratando préstamos para pagar otros préstamos y, claro, afectando la vida de todos. Este es un fenómeno que se presenta en términos similares en casi todas las economías subdesarrolladas.
En el caso de las empresas es diferente. Cuando caen en crisis inmanejables por mala gestión, por pérdida de mercados o por el motivo que fuese, la quiebra afecta generalmente a los dueños y las personas vinculadas al negocio y a nadie más. Pero si se trata de un municipio es especial: su crisis se siente mucho más que aquella del Gobierno central porque afecta a todos los servicios que ofrece la ciudad a los vecinos para poder vivir. En EE. UU. existen dos ejemplos clásicos de ciudades que quebraron: “…en 2013, Detroit, Michigan, se declaró en bancarrota, la mayor quiebra municipal en la historia de Estados Unidos, debido a una combinación de pérdida de población, declive industrial y deudas masivas. En este año 2025, Birmingham, Alabama, enfrentó una situación de quiebra debido a una combinación de mala gestión, un costoso sistema informático y una sentencia judicial por discriminación…”.
Por tanto, un gobierno municipal debería tener muy claro que un problema en sus finanzas lo va a sentir de inmediato el ciudadano por el deterioro de la calidad de vida. La solución clásica: control a raya del presupuesto, permanente atracción de inversiones y, obviamente, alcanzar mayores ingresos.