La reciente elección de Niels Olsen como presidente de la Asamblea Nacional representa una oportunidad para la reconstrucción del ambiente político en el país. Su declaración de que «gobernar no es ganar, sino unir a tiempo» refleja la necesidad de superar las tensiones políticas que han marcado los últimos años.
La Asamblea Nacional debe asumir el reto de ser un espacio de diálogo y entendimiento, alejado de la polarización y el enfrentamiento.
El papel de los asambleístas debe centrarse en mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, a través de una fiscalización eficaz del Ejecutivo y la creación de leyes que favorezcan el desarrollo social y económico. Pero ahora la tarea más urgente es reconstruir la cohesión interna del organismo legislativo, distanciándose de la lucha política que ha condicionado su trabajo.
La polarización, alimentada por intereses partidistas, ha erosionado la confianza de la ciudadanía.
El derecho a disentir es fundamental en una democracia, pero cuando la oposición se convierte en un obstáculo al bienestar colectivo, su propósito se pierde. Es necesario que los legisladores dejen de ver a la Asamblea como un campo de batalla política y comiencen a trabajar en beneficio del país.