La condena de 13 años de prisión para el ex vicepresidente Jorge David Glas Espinel y Carlos Andrés Bernal Alvarado por el caso peculado “Reconstrucción de Manabí” no es un triunfo de la justicia, sino una “burla grotesca” para las víctimas del terremoto y para todo el Ecuador.
Una condena insuficiente para un robo monumental: ¿Cómo puede ser que el hombre que saqueó los fondos de la reconstrucción, dejando a miles de familias en la miseria, solo reciba 13 años de cárcel? Para ponerlo en perspectiva: un ladrón que roba un celular puede recibir años de prisión, pero quien desvía miles de millones que debían servir para viviendas, hospitales y escuelas destruidas, apenas cumple una condena que, en la práctica, podría reducirse y salir de la cárcel.
Mientras tanto, Manabí sigue en ruinas. Las carreteras prometidas son un espejismo, los proyectos de vivienda son un chiste, y la gente sigue viviendo en condiciones inhumanas. ¿Dónde está el dinero? ¿Por qué no se ha recuperado ni un centavo para devolverlo a los damnificados?
Glas y Bernal no fueron los únicos: ¿dónde están los demás cómplices? La corrupción de esta magnitud nunca es obra de una sola persona. Detrás de Glas hay una red de funcionarios, exalcaldes, empresarios y testaferros que se beneficiaron de este saqueo. Sin embargo, la justicia solo ha caído con fuerza sobre él, mientras los demás implicados siguen libres.
¿Acaso no hay responsables en las empresas que inflaron facturas? ¿En los bancos que movieron el dinero? ¿En los políticos que aprobaron contratos fraudulentos? La impunidad para los cómplices es otra burla para Portoviejo, Manabí y al pueblo ecuatoriano.
La deuda sigue intacta: el pueblo paga los platos rotos. Mientras Glas cumple su condena (que, en el mejor de los casos, será de unos añitos), el pueblo ecuatoriano sigue pagando las consecuencias. Los 3.500 millones robados no han sido repuestos, y el Estado, en lugar de perseguir a los verdaderos responsables, carga con más deuda y más impuestos para tapar el hueco que dejó la corrupción.
Los manabitas exigimos justicia real, no pantomima.
Que se recupere el dinero robado y se destine a la verdadera reconstrucción de Manabí.
Que se investigue y condene a todos los implicados, no solo a Glas.
Que se auditen todas las cuentas de los fondos de reconstrucción y se publique quiénes se beneficiaron.
13 años de cárcel por robarse el futuro de una provincia entera no es justicia: es complicidad.