Escribo sobre el hombre más grande de todos los tiempos, Jesucristo, en una semana especial, tanto en lo espiritual como en lo político. Creo que hoy, más que ayer, necesitamos verdaderos modelos que guíen e iluminen los senderos humanos.
¿Por qué Jesús es el profeta, político y ser humano más importante que jamás haya existido? Porque desafió el poder político del Imperio romano, así como el de los guías religiosos que comercializaban en la casa de su Padre y oprimían al pueblo palestino. Para él, la única autoridad a quien se debía lealtad y servicio era Dios y no el César, lo que, de acuerdo a las autoridades y líderes religiosos de la época, atentaba contra el orden establecido.
Jesús defendió a los pobres e indefensos, a las mujeres y marginados y pecadores, otorgándoles una oportunidad, papel e importancia en la sociedad. Su mensaje les concedió voz y voto, desafiando el sistema que los excluía.
Jesús fue un profeta libertario que con su mensaje brindó alivio y paz para los pueblos dominados por el Imperio romano, que sufrían de castigos, impuestos y opresión. Sus palabras de libertad condenaron el sistema totalitario político de la época, que usaba a los militares para reprimir.
Mateo 20: 25-29, dice: “el que entre ustedes quiera llegar a ser grande, sea vuestro servidor, y el que entre vosotros quiera ser el primero, sea vuestro siervo, así el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos”. Jesús fue la esencia de la libertad y proclamó esta facultad en lo espiritual, al liberar al creyente del pecado, del miedo y del castigo que imponían los leguleyos religiosos, así como de las normativas y sistemas de creencia que condicionaban e intimidaban al hombre.
El hombre más grande de todos los tiempos, devolvió la dignidad a aquellos grupos humanos que por su condición de salud (leprosos) o moral (pecadores) eran excluidos de la sociedad y lo más importante, les concedió autonomía, esperanza y libertad frente a Dios.
Jesús fue el libertario más importante que haya existido jamás, porque enseñó que incluso la muerte, desde el contexto teológico y humano, fue un acto de liberación.
El Hijo de Dios, el profeta más grande, cambió la historia del mundo para siempre y su influencia persevera en el tiempo en lo religioso, en la historia seglar y en la vida de cada ser humano en la Tierra. Su impacto en el pensamiento de cristianos y no cristianos, debe recordarse con fe, amor, respeto y profunda reflexión.