Varias son las alternativas que los países del mundo tienen para lograr el desarrollo y crecimiento económico.
Una de estas es el aumento de la inversión para generar mayor producción e incrementar el potencial de la estructura productiva para el mercado interno y externo y, además, crear nuevas oportunidades de trabajo para los habitantes. Dentro de esto, la inversión extranjera directa (IED) cumple un rol fundamental.
A nivel internacional se mueven grandes cantidades de dinero entre países por este concepto. Canadá tuvo un saldo neto de un poco más de 62 mil millones de dólares en 2024 (2,8 % del PIB); Francia superó los 55 mil millones (1,8 % del PIB); España receptó un valor neto superior a los 32 mil millones (1,9 % del PIB). En el caso de América Latina, en su conjunto, el saldo neto durante el 2024 fue de casi 170 mil millones que representan el 2,7 % del PIB. Dentro de la región, Colombia, Chile y Brasil son las economías que mayores volúmenes de IED pudieron saldar en 2024, con valores superiores a los 10 mil millones y de más de 20 mil millones.
Ecuador ha visto decaer el valor neto de inversión internacional. En 2002 tuvo 783,2 millones que representaron el 2,9 % del PIB. Para 2024 fueron 232,1 millones, que dejó una relación respecto al PIB del 0,2 %, teniendo a China como principal inversor (50 % = 116 millones). A nivel sectorial, la manufactura recibió 113 millones, transporte, almacenamiento y comunicaciones absorbieron los 102,6 millones, y en tercer lugar, comercio 70 millones.
Sectores productivos, analistas e investigadores han expuesto factores que pueden explicar esta problemática, entre los que destacan la falta de seguridad jurídica, inestabilidad económica, crisis políticas permanentes, violaciones al Estado de derecho, la inseguridad por el incremento de la delincuencia organizada, las continuas reformas tributarias implementadas, altos costos operativos en los que deben incurrir los inversionistas, entre otros aspectos.
La política de atracción de inversiones con viajes y giras que está implementando el Presidente en distintos países y regiones, en el corto plazo no podría generar impactos positivos, pero se espera que en el largo plazo, si se logran corregir algunos desequilibrios tanto coyunturales como estructurales, el país pueda llegar a crear un escenario atractivo para que nuevos inversionistas deseen arriesgar su dinero en actividades ya no solamente relacionadas al sector petrolero, manufacturero o minero, sino en sectores que permitan el ingreso de nuevas tecnologías, para que de una vez por todas la IED no sea un sueño ni una utopía, sino una realidad para beneficio de todos.