En un mundo en constante transformación, las universidades ya no pueden permanecer como torres de marfil alejadas de la realidad social.
Hoy, más que nunca, están llamadas a salir al encuentro de las necesidades de sus comunidades, a escuchar las voces que emergen desde los márgenes y a tender puentes entre el conocimiento académico y las soluciones concretas. Esa ha sido la apuesta firme y solidaria de la Universidad San Gregorio de Portoviejo, que en días recientes celebró sus jornadas de vinculación a la colectividad bajo un nombre tan elocuente como desafiante: Innovación para el cambio social.
Durante estas jornadas, la universidad abrió sus puertas —y, más aún, su corazón— para mostrar cómo la ciencia, el arte, la tecnología y la creatividad pueden transformarse en herramientas vivas al servicio de las personas. Más de cincuenta ponencias fueron presentadas por docentes, estudiantes y aliados estratégicos, en las que se compartieron experiencias reales, resultados concretos y, sobre todo, historias humanas de impacto y esperanza.
Desde el acompañamiento a comunidades rurales para mejorar su salud bucal hasta propuestas de educación financiera para pequeños emprendedores; desde estrategias de turismo comunitario sostenible hasta proyectos con adultos mayores y personas con discapacidad, cada intervención fue una muestra palpable de que la innovación no es solo sinónimo de modernidad tecnológica, sino también de sensibilidad, compromiso y escucha activa.
Porque innovar para el cambio social es atreverse a mirar la realidad con otros ojos. Es aplicar el conocimiento con humildad, sabiendo que las mejores respuestas no siempre nacen en los laboratorios, sino en el diálogo honesto con quienes enfrentan a diario las brechas de la inequidad. Es poner la academia al servicio del bien común, sin miedo a ensuciarse los zapatos, sin miedo a aprender de la experiencia viva del territorio.
Estas jornadas no solo pusieron en evidencia el talento y la capacidad de los equipos universitarios, sino también su profunda vocación humanista. En cada relato presentado, se pudo ver cómo la extensión universitaria no es un añadido, sino un eje esencial de la formación integral: forma profesionales más conscientes, más empáticos, más comprometidos con la sociedad que los rodea.
La innovación para el cambio social no es una consigna vacía, sino una ruta de acción concreta, donde cada paso dado junto a la comunidad es un acto de justicia, de solidaridad y de esperanza.