Además de la música, soy una apasionada de los idiomas, y aunque hablo pocos, digamos que tres y medio, siempre que escucho o leo algo que llama mi interés en una lengua distinta, lo convierto, aprendo su pronunciación y memorizo.
De hecho, mi memoria ha asimilado algunas canciones en idiomas foráneos, las que tarareo, memorizo y después traduzco. En mi familia se habla chino mandarín, italiano, inglés, por supuesto, español, desde luego, francés, árabe, quichua y shuar; con acentos medio feos por la mezcla de idiomas y, sin duda, con muchas ventajas en lo laboral, cultural, relaciones sociales y en los viajes.
Por cierto, faltó mencionar el idioma krio, que habla mi hermana menor, quien vivió un tiempo en Sierra Leona (África Occidental) como misionera.
Bien, me parece que todas las personas que mantenemos la curiosidad y la capacidad de asombro por el maravilloso mundo en el que vivimos y su diversidad cultural y lingüística, debemos aprender un segundo idioma, el que sea, para abrir la mente, comprender las diferencias, entrenar la memoria, adquirir una perspectiva ampliada, desarrollar la personalidad, empatía y tolerancia, entender nuevas formas de pensamiento.
Los idiomas son universos por descubrir. Por ejemplo, el francés fue, durante los siglos XVII-XIX, el idioma de la diplomacia, ciencia y alta cultura europea y, ¡claro!, es la langue de l’amour (la lengua del amor). La Academia Francesa de la Lengua es tradicionalista, no incorpora anglicismos y es purista.
Hablemos del árabe (que aprendí con el imán de una mezquita), un idioma que se remonta a más de 1.500 años y se habla por más de 400 millones de personas en el mundo. Es un sistema de comunicación hermoso que une a todos los musulmanes del planeta, los que, independientemente de su nacionalidad, rezan en árabe.
El árabe tiene gran influencia en el español y ha apadrinado miles de palabras: almohada, azúcar, aceite, azulejo, aceituna, albahaca, algoritmo, ajedrez, azotea… Escribir este idioma es un acto de arte y espiritualidad, pues su caligrafía representa imágenes humanas o divinas en el islam.
Pasemos al italiano, un idioma joven que se consolidó en el siglo XIV con Dante Alighieri y La Divina Comedia. Es el preferido, musicalmente, en la lírica y la ópera. Se deriva del latín vulgar, con entonación musical y romántica, que exige destreza en la gesticulación y los ademanes.
Estas son pocas curiosidades, pero las posibilidades, infinitas. Le animo a buscar una aplicación y hacer el intento de aprender un lenguaje nuevo de entre los 7.100 existentes. Algunas sugerencias: Duolingo, Babbel, Memrise, Busuu, HelloTalk, Italki, entre otras que son divertidas y prácticas.