De ninguna manera estoy en contra de la participación política de los jóvenes y de la posibilidad de que ocupen un curul en la Asamblea Nacional, pero debe quedar claro que la política no es solamente lucha por el poder.
Es fundamentalmente una forma de lograr el bien común, para lo cual los políticos deben ejercer con profesionalismo, es decir, deben tener idoneidad, competencias profesionales e integridad.
No se justifica que un asambleísta que recibe una remuneración unificada de 6.000 dólares mensuales falte a las sesiones de trabajo, no preste atención a las intervenciones y, lo más grotesco, que se dedique a trazar garabatos o “dibujos” en horas de trabajo (producción legislativa y fiscalizadora). Un rector de universidad gana menos que un legislador, un ministro de Estado gana menos, ni hablar de los profesores y obreros del país.
La representación política en la Asamblea Nacional se refiere al proceso por el cual los ecuatorianos, a través de elecciones, delegamos el poder de decisión a representantes electos que actuarán en nuestro nombre dentro del órgano legislativo. Estos representantes deben tomar decisiones, formular leyes que reflejen los intereses y necesidades del pueblo, fiscalizar el buen uso de los recursos públicos, en fin, se supone que este joven debería ser la voz de las juventudes en el proceso legislativo.
Si bien las organizaciones políticas son las responsables de elegir las candidaturas a partir de sus procesos de democracia interna (pantomima) y de formar cuadros (segunda pantomima), la responsabilidad también recae en las personas que aceptan postularse sin contar con la idoneidad y las competencias intelectuales y profesionales que el cargo requiere, es decir, la ética como praxis debería llevar a los postulantes a no aceptar las candidaturas o asumirlas con responsabilidad, que no es otra cosa que la “profesionalización política”.
La profesionalización no implica necesariamente obtener un título académico, pero sí un proceso de especialización y formación de los individuos que buscan ejercer cargos públicos o influir en la toma de decisiones políticas, para lo cual se requiere un alto nivel de conocimiento y competencia. Por ejemplo, un postulante a la Asamblea Nacional debería aprobar un programa riguroso que tenga como temas los derechos humanos, el constitucionalismo, la teoría democrática moderna, economía y finanzas públicas, técnica legislativa, entre otros, la ética como praxis de vida.
La democracia es un sistema imperfecto, pero es el único de los sistemas que permite corregir errores. Giovanni Sartori afirmó: “La verdad es que la democracia depende de la calidad de sus líderes”. Ninguna otra forma de gobierno necesita tantos buenos líderes como la democracia.