“El genocidio es la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, cometido a través de actos como el asesinato, el daño físico o mental grave, o la imposición de condiciones de vida destinadas a su destrucción”. (Wikipedia)
Basado en esta descripción, el colectivo de naciones del mundo deberá determinar si el accionar actual del gobierno de Israel, que dirige Benjamín Netanyahu como primer ministro, en guerra abierta en el Oriente Medio, se encasilla en esa calificación.
La historia que envuelve la existencia de esta nación judía es tan mítica como admirable. Trasciende milenios con un prestigio de crecimiento envidiable por el aporte que muchos de sus nativos han brindado al mundo, en el arte, la ciencia y la cultura, mucho más desde su creación como estado en 1948. Y una de sus características sobresalientes, de respeto universal, es su capacidad militar para la defensa a su existencia ante sus ancestrales enemigos que la rodean, mayoritariamente árabes. Siendo territorial como poblacionalmente pequeño en comparación con quienes desean su desaparición, el estado de Israel ha logrado imponer superioridad militar.
Sin embargo, la política guerrera de Netanyahu ha sido cuestionada en los últimos años, especialmente desde el ataque sorpresa del grupo considerado terrorista Hamás, a Israel, el 7 de octubre del 2023, que causara varios muertos, daños materiales y el secuestro de decenas de colonos judíos, a los que ha jurado rescatar, aunque algunos ya fueron asesinados. Desde entonces, el Ejército ha sido implacable en bombardeos indiscriminados a las poblaciones de la Franja de Gaza, citándose una cifra cercana a los 60 mil muertos, entre ellos miles de niños, mujeres y ancianos y poblaciones inermes completamente destruidas, según fuentes gazatíes.
Si bien se comprende la necesidad de Israel de proteger su seguridad, la respuesta militar en Gaza ha generado un gran sufrimiento humano, hambruna terrible y destrucción inmensa, causando un impacto profundo en la comunidad internacional, pues se ha llegado incluso a prohibir la llegada de convoyes humanitarios. La desaparición de hospitales y escuelas tiene consecuencias graves por la falta de servicios básicos y atención médica, surgiendo la crisis humanitaria en la región, con miles de desplazados que no saben a dónde ir, pues Hamás lo usa como escudo protector.
Esta trágica situación obliga a que se busque rápidamente una solución pacífica y justa, para evitar más sufrimiento humano y tratar promover la reconciliación en la región, aunque aquello, parecería, no causar preocupación al primer ministro israelí, ensimismado en una toma completa de Gaza y la eliminación total del enemigo.
¿Lo hace esto un genocida?