Estamos viviendo el vértigo del tiempo, en una asonada que está poniendo las cosas en su sitio y, en el que, los malos, programados para la irracionalidad del espíritu, seguirán siendo llevados a la picota merecida.
Y, no es por si acaso, un sálvese quien pueda; porque todos los prontuariados son de la misma camorra que asoló al país, y que solamente, en un gobierno de actuar límpido y sin malos antecedentes todavía, podía darse para satisfacción de unos y vergüenza de otros…
Pero, realmente, ¿en qué estriba el accionar lucido del presente gobierno? Básicamente, en no estar contaminado por nada. Al menos, en el ámbito de la corrupción, que es el mal peor, que desde hace años nos ha puesto frente a una tormenta imposible de amainar. Porque todos los gobiernos anteriores han sido consecuencias del trajinar político, repetido, incluso, con los mismos personajes, muchos de ellos denostados públicamente; y que la gente, abusando de lo absurdo, vuelve a elegirlos, en esa tónica alarmante de quemeimportismo.
En ese ámbito, es que el gobierno actual se desenvuelve con nítida aceptación ciudadana que posicionan al presidente Noboa como una figura joven, que no cesa en su lucha en contra del crimen organizado en que el país se debate en medio del temor generalizado. Son, sin dudas, loables, sus continuos viajes al exterior en busca de ayuda para tratar el tema sangriento… y que, hablan de la magnífica relación que el país encontró a través de su saludable presencia y accionar.
Vivimos en un país convulso en el que muchas prioridades fueron postergadas en el instante en que estas se invistieron con esa calidad. Se prefirió el tema político marginando la devastación social, que bien puede ser la causa de la descomposición que vivimos en todos los ámbitos, y de difícil solución. Temo, y sin dudarlo, que la participación de menores en los delitos más comunes y que están de moda, es producto del divorcio total entre padres e hijos en determinados sectores deprimidos por la pobreza.
Porque somos un país desencantado. Y no tanto para los viejos, que, sin dudas, lamentamos lo que bien pudo ser. Pero si, para los más jóvenes, que ensayan piruetas sobre una panorama oscuro, y se los lleva el desaliento, al no encontrar la talla de sus anhelos y querencias…
Me gusta conversar con la gente joven que pasan por mi casa buscando a mis hijos. Me gusta saberlos, degustar sus romances dormidos. Me gusta escucharlos; y me llena de satisfacción, por coincidir, cuando ven en el joven presidente que tenemos, una ampliación de sus inquietudes. Es decir, me dan a entender, que en la juventud, está todo.