Lo que tenía que pasar, pasó: el país tuvo que dar inicio, porque eso es realmente lo que ha ocurrido, a una política de recorte de gastos, para tratar de ajustar los egresos a los ingresos y no seguir con una vida mentirosa, falsa, que nos ha llevado a una crisis tras otra.
Es que una vida así solo puede conducir a un estrés (stress) colectivo tal cual le sucedería a una persona que depende para vivir de dineros de terceros y no de recursos propios. Pero este estilo de conducir un Estado, propio de gobernantes gastadores que no piensan en “sembrar” producción, no puede durar todo el tiempo porque no habrá acreedores que lo acepten. Tarde o temprano se llega a una situación tal en la que es imposible mantener un país y menos aún avanzar, porque todo endeudamiento tiene un límite y cada nuevo crédito pasará por un riguroso tamiz para asegurar la recuperación. Y este proceso implica, lamentablemente, menos inversión pública, menos crecimiento.
Hace poco leí en “El Comercio” una declaración del presidente del Colegio de Economistas de Pichincha y decía que el “déficit fiscal” ocurre cuando el Estado gasta más dinero del que recibe. Es como si una familia ganara 1.000 dólares al mes, pero gastara 1.200 dólares, le faltan 200 dólares para cubrir todos sus gastos básicos.
Para cubrir esa diferencia, el Gobierno se endeuda. Esto significa que en el futuro tendrá que usar parte de sus ingresos para pagar esas deudas e intereses, en lugar de invertir en servicios públicos como salud, educación o infraestructura”. Así de simple. Estas cifras cambiadas a millones nos pueden dar una idea de lo peligroso y dañino que es vivir endeudado. Y no es que el crédito sea malo. El tema es que muchos países se endeudan para gastar o invertir equivocadamente, tal cual ocurrió con la Refinería del Pacífico, por ejemplo.
La hora, entonces, de la verdad ha llegado: el presidente ha tomado el toro por las astas, y ha comenzado el proceso de poda del frondoso árbol burocrático en beneficio de la salud financiera del país sin temor al costo político. Penosamente, se sacrificarán muchos empleos. Pero lo que me parece es que se debería pensar en eliminar impuestos para estimular la inversión privada y la creación de nuevos empleos, porque el Estado, al gastar menos, necesita menos recursos, tal cual ocurre en la Argentina de Milei. Eso sería lo deseable.