Es lamentable que la República de El Salvador se haya convertido en la nueva Guantánamo, la penitenciaría del mundo.
Esta actitud lesiona gravemente la imagen no solo del presidente Bukele, sino esa buena fama que últimamente había adquirido ese país. Después de muchos años de haber sido uno de los países más peligrosos del orbe, gracias al empeño de su actual presidente de combatir la delincuencia, sea ahora uno de los más seguros.
Todos hemos visto con satisfacción la lucha emprendida por Bukele contra las pandillas llamadas “maras, zetas y selvatruchas”; el éxito obtenido al sanear su país de esa barbarie; pero se está excediendo, ya que es posible que entre los presidiarios pudiera existir gente inocente.
No se puede proceder con palo de ciego, no se puede romper el debido proceso ni el clásico principio en derecho penal que es la presunción de inocencia, principio que estipula: todo ser humano debe ser considerado inocente mientras no se demuestre lo contrario, mediante sentencia ejecutoriada de última ratio; también se estaría violando, no solo en ese país, sino en Estados Unidos, el precepto de que nadie puede ser detenido o privado de la libertad sin orden expresa de la autoridad competente.
También se vulneran viejos preceptos en el campo penal: los reos deben cumplir su condena cerca de sus familias y del juez o tribunal a cargo del proceso. Es lamentable ver cómo gobiernos autócratas hacen tabla rasa de la ley ante un pueblo que sumisamente se resigna a estos atropellos.
Estos abusos también se dan en Ecuador, ante la vista y paciencia de los ecuatorianos. El pueblo está como drogado, conformista, sufrido y aguantador. Nunca antes se había visto tanta pasibilidad. Pero por experiencia digo que la paciencia del pueblo tiene un límite. Ojalá que el río no se desborde y acarree graves consecuencias.
Abril y mayo nos han traído tres grandes pérdidas: el fallecimiento de Vargas Llosa, del papa Francisco y de Pepe Mujica. Por extraña coincidencia, todos tenían 89 años y libraron grandes luchas en bien de la humanidad y de la paz mundial.
En cambio, como signo esperanzador, la designación del papa León XIV, hombre integral en cuya robusta personalidad se conjugan varios mundos: su origen norteamericano y su trabajo pastoral en Perú. Cabe resaltar que en uno de sus periplos llegó a Chone, visitando a la congregación de agustinos a la cual pertenece, en la parroquia de Santa Rita. El mundo entero lo señala como un digno sucesor del papa Francisco.
Estas últimas líneas sirvan para expresar mi admiración y respeto a ese gran uruguayo don Pepe Mujica, ejemplo de honestidad y sabiduría para todos los políticos actuales y futuros, que prosigan en la lucha, con la esperanza de que otro mundo mejor es posible.