El ius sanguinis, o derecho de sangre, es un principio jurídico que establece que la nacionalidad de una persona se determina por la de sus padres y ésta se aplica en muchos países como España, Tailandia, Estados Unidos e Italia.
Gracias a este derecho, miles y miles de personas se han beneficiado con otra nacionalidad, y al adquirirla tienen derechos y obligaciones; esta última parte, quizá, ha sido poco entendida por muchos de los favorecidos.
Hay países que tuvieron apertura para sus descendientes nacidos en el extranjero, como es el caso de Italia, y es así que hace muchos años mi abuelo fue inscrito directamente por su padre en un consulado aquí en Ecuador.
Tiempo después, unos 25 años aproximadamente, gran parte de mi familia, como otras, pudimos acceder a este derecho. Hemos votado, realizado trámites e inscripciones como en tantos países, siendo Argentina, Uruguay y Brasil los que más ciudadanos italianos tienen en Sudamérica.
Con este estatus, muchos familiares y conocidos migraron a Italia, otros a países de Europa y la gran mayoría vivimos como italianos residentes en Ecuador.
Todo fluía con normalidad, pero ya se escuchaba la posibilidad de cambios en torno al derecho de sangre. Y la noticia cayó como agua fría el 28 de marzo, cuando fue anunciado un Decreto-ley del Consejo de Ministros que limita este derecho. “El principio del derecho de sangre no será abolido y muchos descendientes de emigrantes podrán obtener la nacionalidad italiana”, según el jefe de la diplomacia Antonio Tajani. Anteriormente tenían derecho todos los descendientes que comprobaran su vínculo con un ciudadano nacido en Italia desde 1861.
Estos cambios afectarán a gran parte de los posibles beneficiarios que se estiman entre los 60 y 80 millones de personas en el mundo. Los trámites ingresados hasta el 27 de marzo continuarán su curso, según se anunció.
Entiendo el tema de los controles, tomando en cuenta que Italia ha detectado irregularidades al obtener la nacionalidad y uno de los pasaportes más fuertes del mundo. Además, se buscará otras reformas para que los italianos por ius sanguinis realmente tengan lazos con el país de la bota; se buscará que los “residentes en el exterior mantengan vínculos reales con Italia” y se ejerza algún derecho y deber al menos cada 25 años.
Una lástima que por temas de irregularidades nuevamente se vean afectadas personas cumplidoras de sus obligaciones; una lástima que nuevamente existan latinoamericanos involucrados en hechos deleznables.