La historia política de Ecuador recientemente ha escrito una nueva página en sus memorias.
Esperanzados en que no sea como las anteriores, repletas de retóricas y sofismas que nos vislumbraron una patria feraz, fértil, productiva, con cuantificaciones macroeconómicas halagadoras, con una población económicamente activa empleada casi en su totalidad, desapareciendo definitivamente los temidos cinturones de pobreza y miseria. Con una patria llena de paz y sosiego en todos sus lugares y estratos sociales. Pero estos vendedores de ilusiones nos engañaron.
Las esperanzas y los sueños se han afincado una vez más en nuestras vidas y en las entrañas doloridas de la patria. Daniel Noboa se posesionó como presidente constitucional de Ecuador. En su discurso oficial, que lo percibimos espontáneo, conciliador, tranquilizador, nos habló de trabajos, proyectos y obras sociales y de desarrollo para el país, manifestó hacerlo con talante positivo, con cualidad de servicios que distingan un trabajo fehaciente, oportuno y responsable con bandera patria, para levantarla del ostracismo que generan el caos y los trastornos sociopolíticos.
La inversión externa debe ser uno de los más importantes objetivos de este régimen; para lograrlo y atraerla, se deben crear leyes económicas que agraden e interesen al inversor y empresario foráneo, brindarles seguridad pública y seriedad jurídica y laboral en su cometido en el Ecuador. Este país, cuya estructura social se cae en añicos porque sus bases y cimientos se han hundido y cedido ante la anarquía institucional, la mafia y la enquistada politiquería, que superlativamente es otro poder del Estado, urge de inmediato una reestructuración. El presidente exclamó que, con un talante o manera que aglutine a la población en general, lucharemos y venceremos a estos estigmas indeseables.
Reencontrarnos con la paz social es nuestro mayor anhelo, sosiego que se replica en menos violencia urbana, decremento de la criminalidad y delincuencia común, en saber que nuestra juventud transita por derroteros de conocimientos intelectuales y deportivos. Hallando el preciado objetivo de lograr un incremento de trabajo, más producción, efectiva productividad, aumento de la riqueza nacional y un mejor ingreso per cápita, que mejoraría la calidad de vida.
De esta adversidad que lo encadena, este país no se libera solo. Es hora de dejar a la vera los rencores partidistas y desatinos administrativos del ayer reciente y aunar fuerzas y esfuerzos para sacarlo a flote. La patria nos necesita, acudamos a su llamado con un talante unitario y solidario, sin flirteo, para el bienestar general de esta bella, apacible y madre patria, que por siempre merece una mejor suerte.