Caminar o conducir por Portoviejo se ha vuelto una tarea de riesgo. No solo por el tráfico o por la imprudencia de algunos conductores, sino porque muchas calles ya no tienen señales visibles.
Los pasos cebra, las líneas que delimitan los carriles, las marcas para giros o paradas están casi borradas en buena parte de la ciudad. Y lo peor es que nadie parece apurarse en volver a pintarlas.
La señalización vial no es un adorno ni un detalle estético. Es una herramienta básica para la seguridad de todos: peatones, ciclistas, motociclistas y conductores. Sin ella, las reglas de tránsito se vuelven confusas y cada quien actúa a su modo. Así aumentan los accidentes, sobre todo en zonas donde hay cruces peligrosos, escuelas, hospitales o paradas de buses.
En muchas esquinas de Portoviejo, por ejemplo, ya no se ven pasos cebra. Eso pone en riesgo a los peatones, que deben cruzar como puedan, entre autos que a veces ni se detienen. Lo mismo pasa con los carriles: en varias avenidas ya no está claro por dónde se debe circular o girar. Esta falta de orden complica aún más el tráfico y genera discusiones y choques que se pudieron evitar.
La señalización horizontal —la que se pinta sobre el pavimento— es tan importante como los rótulos verticales. No basta con poner letreros; hace falta marcar el suelo. Esas marcas son las que realmente guían a quienes están al volante y a quienes van a pie. Son la base de una movilidad ordenada, fluida y segura.
¿De quién es la responsabilidad? De los municipios. Son ellos los encargados de mantener en buen estado las calles, incluyendo su señalización. A través de sus departamentos de tránsito o empresas públicas, deben revisar constantemente el estado de las vías y tomar acciones. Porque lo que hoy falta en una calle, mañana puede causar un accidente.
No se trata de esperar grandes proyectos. Pintar señales es algo que se puede hacer con planificación y voluntad. Es una inversión pequeña comparada con los daños que puede evitar. Y no solo hablamos de daños materiales: hablamos de vidas.