Los que me conocen saben que pasé del catolicismo de familia al agnosticismo científico, para finalmente reconocer al Dios de Espinoza, ese que definió el científico Einstein como “Dios como una fuerza universal que gobierna el cosmos”.
A pesar de aquello, mi respeto al legado de Juan Pablo Segundo sigue intacto y el discurso de Jorge Mario Bergoglio rumia en mi cabeza.
Una vez hecha pública mi orientación espiritual, trataré de hilvanar algunos elementos de la doctrina de paz de Jesús, y la puesta en andadura de esa doctrina por parte de Bergoglio.
La doctrina de Jesús es un conjunto de principios y enseñanzas basadas en el amor, la compasión, el perdón y la no violencia. Todo esto lo podemos encontrar en los Evangelios, veamos brevemente algunos principios:
Amor al prójimo y al enemigo (Mateo 5:44); desarmar al enemigo a partir de la no violencia y la resistencia pacífica (Mateo 5:39); liberar el corazón del resentimiento (Mateo 18:22, Lucas 23:34); restaurar la dignidad e igualdad, rompiendo barreras étnicas y religiosas (Juan 4, Lucas 19); denunciar la opresión como parte de la búsqueda de justicia (Mateo 23); entre otras, que, puestas en práctica hoy en día, buscarían transformar conflictos, priorizar la dignidad humana y construir comunidad mediante la inclusión.
Bergoglio acoge la doctrina de paz de Jesús, para lo cual integra la espiritualidad ignaciana (capacidad humana para discernir la voluntad de Dios y tomar decisiones libres), la justicia social y la promoción de la fraternidad universal, buscando transformar estructuras de violencia y exclusión, alineándose con los principios evangélicos de misericordia y reconciliación.
Para Bergoglio, la paz no es la ausencia de conflicto, sino un fruto de la equidad. Por ese motivo, en reiteradas ocasiones denunció sistemas económicos que generan desigualdad, afirmando “esta economía mata”, en alusión al neoliberalismo.
Promovió iniciativas para migrantes, personas sin hogar y víctimas de trata, incluso visitando campos de refugiados. En su encíclica Fratelli tutti, subrayó que la paz requiere combatir la pobreza y la exclusión, definiendo la fraternidad como antídoto contra la indiferencia global. Promovió la paz con la creación, es decir, el cuidado del medio ambiente como acto de justicia intergeneracional y un imperativo ético.
Rompió barreras históricas al promover el diálogo interreligioso y la reconciliación con líderes musulmanes, judíos y otras confesiones, destacando que “el odio es un pecado contra Dios”. Rechazó la violencia institucional, condenó las guerras, aceptó las diversas orientaciones sexuales y divorciados.
Entre sus reflexiones, Bergoglio decretó: “La paz no es un producto de laboratorio; nace del corazón humano”.