Monroy, habitante del desierto de Calama; miembro de la Real Academia Chilena y organizador de los encuentros internacionales de escritores, recibió el apoyo de la comunidad, porque siempre estuvo identificado con los anhelos del pueblo. Mientras otros, en cualquier sitio de América, utilizan estrategias dirigidas a centralizar el accionar cultural, Omar convocó a los mineros de Salvador; hombre sencillo, casi sin protección del Estado, para que asistan a escuchar a los poetas del continente. De eso se trata, de entender y hacer entender que los mineros de Chile y que los montubios y cholos de Ecuador, pagan impuestos para sostener la columna vertebral del Estado. Desde acá, donde la esperanza crece, en medio de grandes turbulencias, un fuerte estrechón de manos para el gran poeta chileno: sencillo, humilde y con profunda condición humana. Enamorado de su tierra, de su desierto, de las rocas, de su mar, Monroy sostiene que de esos sitios ni muerto lo sacarán. Estas palabras constituyen una afirmación de la identidad de Chile, donde no todo es bosque, donde no todo es nieve, donde hay muchas voces que emergen del desierto más seco del mundo, con esperanzas de gestación cada cuatro años. De seguro que Omar Monroy pedirá al municipio de Chañaral una ampliación de las estrategias culturales de la Quinta Región, donde el espíritu chileno se engrandece, fortalecido por su amor entrañable a la tierra. Por supuesto, que todos los hermanos latinoamericanos, luchadores infatigables de la integración, estaremos con Omar en ese gran empujón de la historia cultural de Chile.