Quizás lo rescatable es que, al menos de forma tardía, el Presidente acepta que la crisis impactará a Ecuador y propone lo que debería ser considerado como un primer grupo de medidas económicas. Subir de 0,5 al 1 por ciento el impuesto al capital que sale del país no será una enorme barrera para que los capitalistas que realmente quieran sacar su dinero del país, lo hagan. Eliminar el anticipo al Impuesto a la Renta a los exportadores ayuda a ese sector, pero el beneficio debe extendérselo a toda la economía ya que al caer las exportaciones la afectación es general; por ejemplo, con menos dinero ingresando por los exportadores las industrias que venden localmente también venderán menos, pero para ellos no se ha previsto nada. Las demás medidas ayudan, sin duda. El gobierno no habla de una reducción del gasto público porque justamente su propuesta conceptual es que el motor de la economía sea ese. Ecuador ha votado por esta visión estatista (que hace más fuerte el Estado) y entonces el presidente actúa en consecuencia. Desde esta columna se ha opinado que se trata de un modelo político y económico caduco que no le conviene al país. Con una visión diferente (el Estado es más pequeño y regulador) igual la crisis económica global llegaba, pero ahí se hubiera considerado otro paquete de medidas, entre las que se tendría que contar con la reducción del gasto público. Si la crisis se prolonga, el no incluir la reducción del gasto público conducirá irremediablemente a la desdolarización de la economía. La crisis exige que los mejores esfuerzos del presidente Correa y su equipo de trabajo se concentren en el sector económico. El gobierno debe destinar menos tiempo a su proyecto electoral y político en beneficio del trabajo efectivo.