Sin ningún tapujo, varios individuos llegan a casas y negocios entregando tarjetas con nombres y direcciones de quienes están dispuestos a conceder el dinero que se necesita. Muchos caen en las garras de quienes los exprimen a diario. En los mercados de Portoviejo y en el lugar donde se reúnen los vendedores de refrescos y granizados, especialmente, todos los días llegan personas ya reconocidas con un cuaderno en el que anotan los “pagos” de sus “clientes”. María Guanotasig es una víctima. Dice que el chulquero llega a cobrar puntualmente los intereses y todavía no tiene capacidad de pagar el capital. Con más de 1 año pagando dividendos de usura, ya superó con creces el monto que le dieron, pero la deuda no baja. Si lo hubiera hecho en un banco o cooperativa, ya hubiera pagado todo, le dijo el vendedor de frutas Mario Rivas. En la memoria de los ecuatorianos aún permanece el caso del extinto notario Cabrera.