Johanna ha vivido en carne propia el rechazo de otros padres que egoístamente se han opuesto a que su hijo Abraham (nombre protegido), comparta las aulas de clases con los otros niños. A pesar de que las autoridades del jardín Flor Medranda de Chancay le abriera las puertas cuando tenía 6 años de edad, varios padres de familia se negaron a que el niño se relacione con los otros aduciendo a que iba a desconcentrarlos y a perjudicar su rendimiento, señaló Johanna, quien después de haber acudido a varios lugares se encontró con prejuicios de mucha gente que le negó un espacio al pequeño para llevar una vida normal como todo niño. “A mi hijo lo diagnosticaron como hiperactivo con rasgos de autismo a los tres años de edad en el hospital Luis Bernaza de Guayaquil, donde lo llevé después de que aquí en Portoviejo ningún doctor me diera un diagnostico. Nunca pensé que en el INNFA me lo fueran a rechazar porque dijeron que no había una persona para que se dedique solo a él", dice Johanna. Fue entonces cuando la madres encontró apoyo en la Fundación San Jorge, donde el niño recibió hipoterapia por varios años, ahora Abraham no estudia ni acude a ningún centro; por las mañanas se queda con una vecina mientras su madre trabaja y por las tardes se reencuentra con ella quien le brinda todo su amor. En las escuelas solo se recibe a niños Down, con deficiencia auditiva, no videntes, con dificultad de aprendizaje y deficiencia intelectual, pero no hay espacio para quienes sufren de autismo ante la falta de profesionales que puedan brindar una atención adecuada. Nina Estupiñan dep. de educación especial “Carecemos de profesionales para atender a los niños con autismo”