Actualizado hace: 930 días 21 horas 15 minutos
Rubén Darío Buitrón
Periodistas partidistas

Se sienten cómodos en las verdades a medias que se dicen a sí mismos y que dicen a los demás. Aprovechan su popularidad, rating y audiencias para justificar su hambre de pedestal y narcicismo.

Sábado 08 Noviembre 2008 | 21:47

Argumentan que no es incoherente tener un pie en el periodismo y otro en el partido porque cuando la patria convoca hay que acudir al llamado, pero olvidan que antes de pasar al otro lado izaron las banderas de la vigilancia cívica y el debate como mecanismos para construir democracia. Dejan atrás el pudor, el pluralismo, la apertura, el compromiso social, la fiscalización mediática honesta y equilibrada al poder (porque ahora ellos son poder o son parte de ese poder). Ahora sus zonas de confort son la curul, la burocracia internacional, la diplomacia, las asesorías ministeriales, los cargos para los agachadores de cabeza, las membrecías en los círculos de influencia, las decisiones basadas en trincas y argollas. Como periodistas actúan exactamente igual a lo que han criticado de los comunicadores de la partidocracia: son jueces y parte, voceros de los caciques de turno, intolerantes con quienes no piensan como ellos. Unos, por lo menos, se ruborizan y mantienen el perfil bajo. Otros, justifican sus métodos y prácticas politiqueras y clientelares con el pretexto de que hay que sumar para ganar. Son agudos y rotundos impugnadores de la realidad pasada, pero reverentes conductores de espacios mediáticos donde no cabe la rendición de cuentas. Son entrevistadores del oficialismo e intérpretes de la opinión popular, siempre y cuando ésta no cuestione al poder. Son fanáticos del pensamiento uniforme, adoradores de sus tótems y ejecutores puntuales de consignas, dogmas y disposiciones que vienen desde lo más alto. Descalifican a los periodistas que ejercen la crítica, incluso a quienes objetan y encienden las alertas desde la idea del cambio que una vez compartieron. Entienden la moral periodística como una plastilina que se adapta a sus percepciones según “el momento histórico concreto” y “las condiciones objetivas”. Fingen ensordecer frente a legítimos puntos de vista y argumentos deliberantes de otros ciudadanos. Desprecian a quienes tomaron distancia y se alejaron del banquete. Subestiman a quienes no aceptan cargos públicos a cambio de perder el derecho a la crítica. Ríen de quienes exigen democracia desde adentro. Se burlan de quienes demandan una nueva conducta política y de quienes conminan a un ejercicio de la política desde la participación, no desde el pragmatismo o el cinismo. Ironizan a quienes no se dejan seducir por el discurso unilateral. Acusan de hacer el juego a la derecha a quienes, según ellos, se quedaron en el periodismo no partidista, ese periodismo al que estigmatizan acusándolo de sacerdotal o purista, ese periodismo de la gente que aspira a un cambio con transparencia, tolerancia, pluralismo y coherencia ética. "Actúan igual a los comunicadores de la partidocracia"
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